El cariño del rey Esteban por la religión católica era inmenso; a los obispos y sacerdotes los trataba con extremo respeto y hacía que sus súbditos lo imitaran en demostrarles gran veneración. Su devoción por la
Virgen Santísima era extraordinaria. Levantaba templos en su honor y la invocaba en todos sus momentos difíciles. Fundaba
conventos y los dotaba de todo lo necesario. Ordenó que cada 10
pueblos debían construir un templo, y a cada
Iglesia se encargaba de dotarla de ornamentos, libros, cálices
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