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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El reloj de la plaza
Foto enviada por cuenka

- ¿Qué quieres decir, insignificante piojo? Venga, habla o te despedazaré.
Nadie le había llamado nunca “señor” y por lo que se refería a las reverencias y las sonrisas, en su vida había visto muy pocas. Por eso plantó el pie en el suelo, se rascó la cabeza y al final preguntó:
El gigante se quedó con el pie en el aire y agitó una oreja para escuchar mejor.
– ¡Por caridad, señor, no lo haga! En este mundo siempre hay una forma de ponerse de acuerdo.
Entonces la campesina dio un paso adelante, se subió ligeramente la falda paa hacer una elegante reverencia y con una dulce sonrisa en los labios, dijo:
- ¡Que te he dicho que no! ¡Es mío, mío y mío!- gritó el gigante, y levantó uno de sus colosales pies con la intención de aplastar el hombrecillo como si fuera el caparazón de un caracol.
- ¿No estarás hablando en serio? ¡Lo he comprado y pagado, así que es mío!- exclamó el campesino, furioso.
-Este campo es mío. Lo heredé de mi padre- insistió el gigante.
- ¿Qué has dicho? -preguntó el campesino con un hilo de voz.
- ¡Salid de mi tierra! – gritó de nuevo el gigante moviendo los brazos como si fueran las aspas de un molino.
Marido y mujer se giraron asustados y vieron a pocos pasos a un gigante de cabellos largos, el más feo que jamás hubiera rozado las nubes: tenía brasas en lugar de ojos, la nariz roja y llega de verrugas, dos matojos en marañados por cejas, y unas inmensas orejas puntiagudas que se agitaban al viento.
- ¿Vuestra? ¡Mía, querrás decir, gusano inmundo! – gritó a sus espaldas una voz atronadora.
-Nada de eso. Es una buena tierra y ahora es nuestra y sólo nuestra.
Pero el campesino respondió:
- ¿Cómo es posible que un campo tan grande cueste tan poco? – preguntó su mujer cuando le enseñño su nueva propiedad-. Seguro que aquí hay gato encerrado.