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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Atardecer en mayo
Foto enviada por Qnk

-Ay, ay, me ha picado una avispa que estaba escondida entre las flores! ¡Traidor, tu quieres verme muerta!
Esta vez ella también salió, dio dos pasos y luego gritó:
Todo contento, el príncipe ordenó a sus súbditos que recogieran jazmines de sol a sol. Quien no obedeciera sería castigado con la pena de muerte. En pocos días acumuló tres palmos frente a la puerta de la princesa.
El príncipe estaba desesperado porque la princesa se estaba haciendo la ofendida y había dejado de asomarse a la ventana. Sin embargo, al final ella le mandó un mensaje diciendo que iría a visitarle, pero sólo caminando sobre tres palmos de jazmines, siempre que fueran frescos, claro.
Las criadas (que en realidad eran las hadas) la llevaron dentro en brazos y, una vez en casa, empezaron a reírse: la historia de la espina era toda una invención y habían sido ellas mismas las que habían aconsejado a la princesa que se comportara así.
– Ay, ay, se me ha clavado una espina!- y se desmayó.
Entonces la princesa se puso su vestido más bonito y salió por la puerta con las criadas sosteniéndole la cola. Pero no había dado ni dos pasos cuando chilló:
Al instante, el príncipe ordenó que recogieran todas las rosas del reino y cientos de mujeres pasaron la noche deshojándolas hasta que entre los dos palacios hubo una alfombra de pétalos con la altura adecuada.
– Porir, iría- respondió la princesa- pero tengo los pies tan delicados que sólo puedo caminar sobre dos palmos de pétalos de rosa. Si de verdad quieres que vaya a tu casa, cumple mi petición.
- ¿Por qué no vienes a hacerme una visita y así te enseño los jardines de palacio?
Cuando el príncipe vio aquella maravilla de muchacha en la ventanade enfrentese enamoró y empezó a decirle piropos. Ella sonreía y le seguía el juego, y al final él dijo:
-Todo lo que debes hacer es asomarte a la ventanay cuando él te dirija la palabra, tú respóndele con amabilidad, Pero si te invita a su casa, dile que antes debe extender una lafombra de pétalos de rosa de dos palmos de alto entre tu puerta y la suya.
Las hadas agitaron la varita y en un instante estaban delante del palacio del príncipe, todo de mármol y oro. Ni cortas ni perezosas, hicieron aparecer otro palacio mil veces más bonito justamente en la otra parte de la calle y luego dijeron a la princesa:
-Ahora sólo nos queda ir a la ciudad de ese ingrato y allí fingiremos que tú eres la señora y nosotras las criadas.
La tercera le regaló trajes y joyas, y cuando se los puso adquirió el porte de una emperatriz.