El ambiente era calido porque ardian los fuegos y fuera se habian marchado algunas nubes y los rayos del sol entraban por las ventanas trayendo un aire de fiesta y cayendo como lluvias electricas sobre los manteles de damasco y sobre las vajillas de limo fino y cenizas de corteza de caraipo traidas de Brasil. La esposa del ingeniero Jacob, que ademas de ser belga tambien era varonesa de una ciudad que se llamaba Gante y hablaba español cortando las palabras en rodajas como sino fueran palabras sino trozos de manzana que le fueran cayendo de la boca, habia acomodado en sus puestos a todos los comensales. Yo tenia la creencia de que en semejantes reuniones se tratarian asuntos esenciales para el pais y el bienestar de los hombres y, sin embargo, a pesar de que el banquete aun no habia empezado, ya en el trasiego de las salutaciones y los cumplidos y en el desprenderse de los sombreros, capas, tules y crespones, comence a apreciar que aquello que alli se ventilaba sobremanera no era mas que las bahorrinas e imperfecciones de quienes no estaban e incluso alguna que otra apologia enconosa de quienes si estaban.
El mayordomo Felix dio un chasquido con sus dedos de alambre y comenzo el desfile de las bandejas de plata repletas de ostras traidas de Rio de Coina, sustento que yo nunca habia probado y del cual decia Eneka, porque era un hombre sabio que habia leido una enciclopedia, que era pabulo afrodisiaco que excitaba los sentidos y apetitos sexuales, asunto que segun el nunca se habia demostrado, pero que la mayoria de la gente pudiente creia a pies juntillas, ya desde los tiempos de un escritor latino llamado Juvenal, porque, al parecer, tal indole de personas, acaudaladas y ociosas, necesitaban ingerir sustancias que les removieran las pasiones, por su natural tendencia a la desidia, no asi las gentes humildes, las cuales se dejaban llevar unicamente por aquellas enjudias que el propio cuerpo fabricaba para esos menesteres venereos e intimos y que parecian traer por si solas buenos resultados sin necesidad de recurrir a sufragios externos, y tambien decia Eneka que eran las ostras comida de emperadores, y que su ingestion a mas de uno le habia ocasionado serios disgustos, como a Carlos de Habsburgo, el que vivio sus ultimos años en el monasterio de Yuste, a donde se hacia llevar en acemilas y ocultas entre calderos de nieve las ostras que le enviaba su hermana Catalina desde Lisboa, y que no siempre llegaban en las mejores condiciones de frescura, a pesar de lo cual eran engullidas sin vacilar por el anciano emperador, enfermo de gota, comezones, almorranas, tercianas y paludismo, lo cual hacia bueno el refran de mi abuela Angustias, a quien come muchos manjares no le faltan enfermedades, y todo esto que me habia enseñado Eneka sobre los pabulos o viandas de la gente importante y sus consecuencias, lo pensaba yo mientras servia los babosos moluscos, traidos de las costas gallegas, a los invitados del señor Hendrik y del señor Jacob.
Hubo quienes se aplicaron en la engullicion de las ostras de manera sobresaliente, como fue el caso de un facultativo de minas, que habia sido diputado y ejercia el periodismo en el diario Region, diario que yo conocia bien, no por frecuentar su lectura, sino por la aversion que le provocaba a mi abuelo Cosme cuando mi tio Urbano traia algun ejemplar a casa en sus visitas mensuales, si lo traes para prender la lumbre, vale, si es para que yo lo lea, vas listo, decia mi abuelo, y mi tio replicaba, padre, cada uno escribe lo que quiere y lee lo que le apetece, y mi abuelo se enfurecia y se levantaba de la silla de los silenciosos y alzaba la voz para decir, apuntando con el dedo indice al cielo, dos cosas te voy a decir, Urbano, una, que eso que llamas diario no es mas que un libelo de los catolicos reaccionarios, y otra, que hay muchos que estan en la carcel por escribir lo que piensan o leer lo que necesitan.
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