Los árboles siempre estuvieron conmigo. Quién no tuvo un árbol en su infancia que era refugio de la pandilla, donde los más atrevidos oteaban desde sus alturas y los pusilánimes quedabamos en la primera orquilla. Quién no se ha abrazado a un árbol esperando que éste le trasmita su vitalidad o buscado con avidez su calmante sombra.