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OVIEDO: Oviedo era una fista.- Por Eduardo Urculo. Los primeros...

Oviedo era una fista.- Por Eduardo Urculo. Los primeros desplazamientos desde Sama de Sangreo hacia Oviedo, a principios de los años cincuenta, tenían lugar en una línea tegular de autobuses llamada El Carbonero. El trayecto por aquella carretera torturada de baches y curvas peligrosas, sobre todo a su paso por Tudela de Veguín, se me antojaba larguísimo. Su estrechez en muchos tramos convertía el viaje en una odisea poblada por sueños oscuros y mareos incontenidos. Todo ello era soportable porque dentro de mí bullía el entusiasmo ante lo que me aguardaba en cuanto pisara el suelo ovetense.
El Carbonero tenía su fin de trayecto delante de La Gran Taberna, en la plaza de Porlier, desde donde a pocos metros, hoy, otro viajero, "William B. Arrensberg", contempla apoyado en su transoceánico equipaje la sombra alargada y perenne de la esbelta catedral.
Llegar a Oviedo era una fiesta, todo era diferente y novedoso. La escala respecto a mi querido y entrañable pueblo de Sama se agigantaba. La ciudad estaba poblada de gente para mí desconocida y tenía, a mis ojos, un aire de gran ciudad habitada por diversos mestizajes. Era toda una aventura.
Mi primer destino era la redacción de "La Nueva España", hacia donde me dirigía para entregar mis tiras de cómics que publicaban los domingos y yo dibujaba en Sama durante la semana.
Después de comer iba al Rialto, que albergaba una tertulia formada por gentes ilustres. En ella se debatía de arte, filosofía, política, poesía, etc. Discusiones, encendidas pasión, como la que suscitaba la que se producía en torno al marxismo y el existencialismo en sus dos versiones: Camus y Sartre dividían a los contertulios, entre café y jarra de agua.
Quiero recordar aquí a dos personas entre todo el grupo de amigos queridos: Pedro Caravia y Jesús Villa Pastur, su ayuda, estímulos y consejos hicieron posible mis sueños de ser pintor un buen día.
Oviedo fue en mi juventud el alimento, referencia y orientación de este viaje misterioso y extraño que es vivir pintando. (Tribuna, 24 de abril de 1995).