El humor apacible de la prosa de Avello contrasta con el malhumor de los que hierven sus jugos vitales en la retorta del sarcasmo al fuego abrasador de la envidia, de la soberbia y de la ira. El ojo crítico de Avello ve también sin telarañas los defectos, lo que no funciona, lo lamentable. Pero cuando vierte estos ingredientes molestos de la realidad adversa en el crisol del humor y los funde a la llama amorosa de la bondad, el resultado es ese ungüento de complaciente buena voluntad y resignación generosa con que lubrifica los engranajes chirriantes de la dificultad y suaviza las asperezas cotidianas. Por el humor, frente al dolor, hacia el amor, es el trisagio de propósitos a cuyo amparo amanece Avello cada aurora. Y de este modo acomete con ánimo sereno el tránsito del trabajo diario y se encara con fe, pulsación tras pulsación, de tecla en tecla, a la blancura del papel.
Emilio Alarcos Llorach.
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