Lo bonito de Gijón, según mi opinión, es el cielo gris y el Cantábrico enfadado.
Esta palomina se queda absorta ante tremendo espectáculo. Se nota que es gijonesa; pues apenas se sorprende del constante rugir de las olas del mar, que acometen con bravura el muro de San Lorenzo, una y otra vez.
Cae un fino orbayu, que no invita, en forma alguna, a desplegar el paraguas. La gente camina con calma y tranquilidad, mientras se mojan suavemente, y se resisten a abrir el socorrido paraguas.
Gijón, tal vez sea, la única ciudad del mundo, que cuando llueve, la gente no corre. ¿Para qué...?
Esta palomina se queda absorta ante tremendo espectáculo. Se nota que es gijonesa; pues apenas se sorprende del constante rugir de las olas del mar, que acometen con bravura el muro de San Lorenzo, una y otra vez.
Cae un fino orbayu, que no invita, en forma alguna, a desplegar el paraguas. La gente camina con calma y tranquilidad, mientras se mojan suavemente, y se resisten a abrir el socorrido paraguas.
Gijón, tal vez sea, la única ciudad del mundo, que cuando llueve, la gente no corre. ¿Para qué...?