OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

JIMENA: (CONTINUACIÓN)...

(CONTINUACIÓN)

Nos despedimos de Esmeraldo y con la velocidad mínima permitida (para ver mejor los paisajes) fuimos atravesando sosegadamente, algunas de las localidades del Valle. En en poco menos de una hora desembarcábamos en la Plaza Mayor del pueblo dónde se levanta la Iglesia románica de Santa Marta de Tera, que le da su nombre. Casi al lado de la Iglesia, se encuentra un Albergue de Peregrinos con capacidad para treinta personas, pues, como ya hemos dicho antes, Santa Marta es el final de unas de las etapas del Camino Sanabrés hacia Santiago de Compostela. Esta Iglesia románica, es la más antigua de toda la provincia de Zamora y su antigüedad se remonta al Siglo XI. Durante el buen tiempo, aparte de los peregrinos, son muchos los turistas que la visitan. Fuera del recinto de la Iglesia, se encuentra un “campanil” aislado que con sus toques llamaba a los vecinos a “Concejo”.

Del antiguo monasterio solo se conserva la iglesia románica, con su típica planta de cruz latina. Tiene tres entradas, la principal está orientada al sur, la segunda hacia el norte (parece ser que era la entrada al claustro del desparecido monasterio) y la tercera orientada hacia el oeste que se ha convertido en un “pastiche” de medallones y detalles arquitectónicos incongruentes con el resto del monasterio. La puerta meridional era tradicionalmente la entrada más importante de la Iglesia hasta la instalación, hacia mediados del Siglo XIX, del cementerio que todavía hoy la rodea.
En esta Iglesia se definen muchos de los rasgos del románico en la plenitud del estilo. La moldura que por doquier se prodiga en el interior y exterior del Templo, es de tipo ajedrezado o taqueado, denominado jaqués, por suponerse tradicionalmente su origen en aquella iglesia aragonesa. Un motivo que irrumpe de manera súbita en el románico hispano-francés, en el último cuarto del siglo XI. En el exterior de la iglesia también encontramos diferentes capiteles corintios y teriomórficos (animales y monstruos). Destaca en la fachada la figura del Apóstol Santiago, su expresión es un poco feroz, con los ojos saltones sobre cuencas muy hundidas, nariz fracturada, boca entreabierta que deja ver los dientes, una barba en guedejas y cabello en crenchas paralelas. Lo que ha dado fama a este Apóstol Santiago de Santa Marta son sus atributos jacobeos: bordón, escarcela (morral) que cuelga de bandolera repujada de alveolos a guisa de “contario” y cuya tapa se adorna con una venera.

La puerta del oeste es la utilizada para la entrada de los turistas. Ese día estábamos solos en la visita a la Iglesia. Para pasar dentro, hay que hacer un pequeño donativo de un euro por persona. Antes de explicar el "fenómeno mágico” que ha hecho aún más famosa, desde hace unos años, a esta Iglesia-Monasterio, contaré la historia (según mi propia investigación) de la relación que tenían dos de los medallones adosados al frontal de la portada occidental. Se notaba claramente que eran un añadido más al “pupurrí” de estilos y épocas en que la han convertido. La chica que ejercía de conserje, solo supo decirme que uno de los medallones (el que se distinguía fácilmente) era del Emperador Carlos I y el otro, en el que se representa a un “mitrado” con báculo, corresponde al Papa Julio III. Ella, no les encontraba relación alguna con el Monasterio, además los años de existencia de ambos personajes, son mucho más recientes que la construcción inicial. Esa misma noche, al llegar a Madrid, me puse a investigar. Pude encontrar alguna relación entre Julio III y Carlos I, sin embargo, no descifré porqué estaban ornamentando esa puerta de acceso a Santa Marta. Subrayé lo siguiente:

En el año 1527 las tropas imperiales de Carlos I, arrasaron la ciudad del Vaticano en el conocido “Saco (saqueo) de Roma”. El papa reinante Clemente VII y su Curia tuvieron que refugiarse en el Castillo de Sant´Angelo hasta que pasó lo peor. Entre los acompañantes del Papa estaba el obispo de Pavía. En 1550, Giovanni Maria Ciocchi del Monte antiguo obispo de Pavía y ahora Cardenal (tuvo como misión llevar a cabo los preparativos para la celebración del Concilio de Trento) era candidato al Báculo de San Pedro. Sin embargo, Carlos I se opuso a su nombramiento y presentó como alternativa a Don Juan Alvarez de Toledo. A pesar de todo, Giovanni Maria salió elegido Pontífice con el nombre de Julio III. Curiosamente, pocos años después, Julio III y Carlos I, fueron aliados en la lucha contra Enrique II de Francia. Los españoles, junto a los romanos, disputaron a los galos las posesiones y el nombramiento del titular para el Ducado de Parma. El Papa murió en 1555 y el Emperador tres años después.

Ya en el interior del templo, la guía, al explicarnos los detalles de la Iglesia, se centró sobre todo en el ábside y el “Milagro de las Almas Iluminadas por el Ojo de Dios”. Al final, a la salida, en un bar de al lado y con unos vinos de espeso tinto de Toro por medio, una pareja de jubilados me contaron más o menos esto:

Sobre el año 1985, un nuevo párroco vino a sustituir al anterior, por fallecimiento del mismo. Por lo visto, era un hombre muy viajado, culto y buen lector. Un día, al acercarse el equinoccio de primavera, durante el sermón de la misa, ofreció a los feligreses la posibilidad de comprobar si el alma de uno de sus seres queridos (el que ellos eligieran) se había salvado. Solamente podía ser una, además habría que hacer pequeño un donativo a la Iglesia y el dueño del más generoso sería el que podría elegir a su familiar desaparecido. Un acomodado matrimonio, residente en el pueblo, que había perdido en las inundaciones de Ribadelago (1959), a una hija de 14 años, mientras pasaba unos días en casa de sus abuelos, ofreció uno de los nuevos billetes violetas de 10.000 ptas. que se habían emitido por primera vez en ese año. Ganaron a los demás donativos, y, por lo tanto, pudieron elegir a su fallecida hija para comprobar si el alma de niña había alcanzado la salvación eterna. Para esta prueba, el cura les pidió una fotografía de la niña y citó a todo el pueblo a las siete y media de la mañana del día 21 de marzo. Ese día la nave central de la Iglesia y todos los bancos que miraban al altar estaban a rebosar. El sacerdote había colocado la foto de la niña en la cabecera de un capital historiado situado a la izquierda del ábside y detrás del altar. Les pidió que rezaran en silencio hasta las siete horas y cincuenta y nueve minutos. Unos segundos antes de las ocho todas las miradas convergían en la foto de la niña colocada en lo alto del capitel. A las ocho en punto de la mañana un brillante rayo de sol entraba por el óculo del hastial de la cabecera del ábside e iluminaba durante unos leves segundos la cara y los dorados rizos con los que figuraba la niña en el retrato. Un ¡Ohhhhhhhhhhhhhh!, voló hasta el labrado artesonado del techo de la nave. Después un aplauso atronador restalló entre la bancada. Los padres de la niña y todos los vecinos lloraban de felicidad. El cura se retiró sigilosamente.

¿Intervención divina?, ¿Magia celestial?. No, por supuesto. La explicación la supieron los vecinos algunos años más tarde de la boca de algún peregrino que observó como en ese templo también ocurría el fenómeno del “milagro de la luz”. Al igual que en otras Iglesias repartidas por todo el mundo, bien un óculo (de aquí lo del Ojo de Dios) o una vidriera están colocados en el lugar oportuno para que los días del equinoccio de primavera (21 de marzo) o del equinoccio de otoño (23 de septiembre) los rayos de sol se reflejen a una hora determinada en un objeto determinado del interior del templo. En Europa, es famosa la “magia de la luz” de la Catedral de Chartres, en este caso se ilumina una losa. En España, es conocido el "hecho" de la Iglesia de San Juan de Ortega que se encuentra en Camino Burgalés a Santiago. Aquí es todavía más impresionante, pues al ser toda la vidriera la receptora de la luz solar, durante diez minutos los rayos "celestiales" recorren un triple capitel que reproduce el ciclo completo de la Navidad. Todos los que lo han contemplado dicen salir de la Iglesia en un estado de calma y paz de espíritu jamás vuelto a sentir. Este tipo de “experimentos” fue muy utilizado en los templos egipcios. Igualmente, lo llevaron a la práctica muchos de los constructores (masones) de las Catedrales e Iglesias del período Gótico. Científicamente, se les conoce como “marcadores de solsticios”.

A la salida del bar, sin demora, sin desvíos y sin pérdida de tiempo alguna, regresamos a Calzada de Tera. La hermana de Antolín nos esperaba con la mesa puesta: de entrante unas setas “cucurrilas” al pil-pil, de primero unos “chipirones a la asturiana” (preparados por Raquelín) y de segundo arroz con conejo. Postres: natillas y quesos zamoranos, cafés y “chupitos” de orujo de Vega de Tera. Por supuesto el vino, tanto el blanco como el tinto, de Toro. Después de una corta siesta y con caravana de vuelta incluida, entramos al Foro.

Sin embargo, antes de coger la Carretera Nacional, entre dos luces, los últimos rayos de sol arrancaban unos “dorados” increíbles de las choperas a orillas del Tera. No me queda más remedio que recurrir otra vez al bueno de Don Antonio y aprovecharme de estos versos suyos:

“Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.”

Saludos y hasta otra,
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
¡Amigos del Foro:

Alguno dirá, bueno por fin ha terminado el coñazo del Tera y el viaje que a ninguno nos importa. Tal vez, alguno recordará esta estrofa que cantaba Georges Brassens en “La mala reputación”: Todos me miran mal \ salvo los ciegos, es natural. Bueno espero que no sea este mi caso.

La verdad, es que yo soy el primero en lamentar que el texto completo del viaje haya salido tan fragmentado y separado en el tiempo. Pero, por las exigencias del Censor del Foro, eso es lo que hay. ... (ver texto completo)