... Ocurre a veces de madrugada... suena el teléfono y tienes la certeza que es la muerte la que llama... va sonando la sirena de la ambulancia y es el grito de la muerte... en los largos y frios pasillos de un hospital la madrugada se vuelve de plomo... sientes muy de cerca el aliento de la muerte... tienes que sacar fuerzas y plantarle cara, y luchas a brazo partido con ella... y en ese momento tienes la suerte de vencerla.
Otras veces, cuando la agonia de un ser querido es lenta y dolorosa, eres tu mismo quien la invocas, quien le súplicas que venga rauda para poner fin al sufrimiento.
En ocasiones es la muerte que gentilmente te avisa que llegará... y te vas preparando, despidendo, y poco a poco asumiéndo su llegada.
Pero cuando llega de repente, fulminante como un rayo... cuando ni la invocas, ni te avisa, ni puedes plantarle cara... entonces sufres un golpe seco en el alma.
Todos conocemos alguna cara de la muerte, alguna de sus mil caras... todos conocemos esa infinita tristeza.
Otras veces, cuando la agonia de un ser querido es lenta y dolorosa, eres tu mismo quien la invocas, quien le súplicas que venga rauda para poner fin al sufrimiento.
En ocasiones es la muerte que gentilmente te avisa que llegará... y te vas preparando, despidendo, y poco a poco asumiéndo su llegada.
Pero cuando llega de repente, fulminante como un rayo... cuando ni la invocas, ni te avisa, ni puedes plantarle cara... entonces sufres un golpe seco en el alma.
Todos conocemos alguna cara de la muerte, alguna de sus mil caras... todos conocemos esa infinita tristeza.