Y así, los meses fueron pasando y cada día tratábamos de amoldarnos a esta nueva y diferente sociedad, que sin ningún tipo de recelo nos tendía la mano para ofrecernos su generosa amistad. Nuevamente debo decir, que el venezolano, es por naturaleza, persona sumamente espontánea y receptiva, pero estas características se hacen aún más resaltantes en los habitantes de los pueblos y pequeñas ciudades; de tal manera que en Guanare, los miembros de las diferentes colonias extranjeras, residentes allí, siempre fuimos objeto de las más atentas y cordiales consideraciones por parte de la comunidad guanareña.
Al evocar aquella sociedad guanareña de los años 60-70, no puedo menos que expresar mi eterno agradecimiento a ese querido pueblo, de quien siempre me he sentido, orgullosamente, “hija adoptiva”. Tan es así, que haciendo mención, nuevamente, a mi poema “ASÍ SOY…, VOSOTROS EN MI”, lo finalizo con la siguiente expresión:
¡Andalucía… me dio la vida… ¡
¡Guanare… me enseñó a vivir…!
Y es que realmente, llegué a Guanare siendo apenas una adolescente cargada de alboradas ilusiones, las mismas que, poco a poco, la vida me fue indicando que debía irlas depositando en una especial “cajita de cristal”… proyectos forjados en la aurora de mi vida…, hermosos recuerdos de mi tierra…, todo, absolutamente todo, debía ser guardado en aquella transparente, delicada y virtual “cajita”. No era conveniente seguir viviendo aferrada a mis juveniles sueños…, sentía que éstos se convertirían, con el tiempo, simplemente en hermosas quimeras destinadas a no ver jamás la luz; entendía que entre estos dos continentes, existía un inmenso Océano que, para aquellos tiempos, me resultaría muy difícil cruzar, bien por mi tempranera edad, bien por el concepto de protección en la crianza de antaño. Igualmente consideré, que no era sicológicamente saludable, mantener los recuerdos del pasado en un constante presente. La realidad de la vida se imponía y era necesario que yo comprendiera, que debía vivir el “aquí y ahora” en las condiciones y circunstancias reales, aunque mi corazón, desde ya me decía, que esa especial “cajita de cristal”, repleta de los más bellos recuerdos de personas…, de lugares, que formaron parte de mi niñez y de mi adolescencia…, me acompañaría hasta el último día de mi vida, sea cual fuere el lugar de mi última residencia. Y así ha sido a través del tiempo, esa “cajita” aún la conservo y la cuido con el más profundo amor y esmero; en élla se encuentran intactas las “piezas originales de mi vida”…, la raíz de mi existencia… ¡jamás podría olvidarla!
No fue nada fácil tomar semejante determinación, hubo ocasiones donde el corazón dominaba al cerebro y entonces me sentía triste y confundida; sin embargo, luché para que la sensatez se impusiera y... ¡lo logré! Hoy, muchos años después, no podría afirmar si aquella decisión de tratar de comprender y aceptar, sin “rebelarme”, mi realidad, fue acertada, siempre quedará la interrogante de cómo hubiese sido mi vida en el caso de haber podido regresar a mi patria ¡sólo Dios tiene la respuesta! De lo que sí estoy segura es que todo ello significó un tremendo aprendizaje para mí; entre otras cosas, aprendí a ubicar muy bien el espacio destinado para mis recuerdos, sin que éstos desviaran mi interés en el presente que me correspondía vivir; creo igualmente, que esto me ayudó a enriquecerme como persona, pues sin olvidar jamás mi procedencia y sintiéndome siempre muy orgullosa de mis raíces, aprendí a no desestimar la cultura que este hermoso y generoso país me ofrecía, por el contrario, supe darle cabida en mi corazón, valorándola, admirándola y disfrutando de todo lo que élla me brindaba. Y así, recibiendo lo que esta rica tierra me daba y haciendo la debida interrelación con lo que yo traía, fue como se comenzó a gestar en mí esta mezcla de culturas, de las cuales me siento sumamente orgullosa; definitivamente, este mestizaje permitió que en mí surgiera un verdadero RENACER CULTURAL.
Hoy, en esta andaluza, existe un verdadero y armonioso matrimonio, entre el “alma llanera” y mi “corazón gitano”, de tal manera que, si oigo un rasguear de guitarra flamenca, acompañada de un “sentío quejío moro”, siento que bulle a borbotones mi sangre andaluza, despertándose en mí ese apasionado duende del flamenco…, ese cante que me llega a lo más profundo de mi alma, hace que se me agolpen los recuerdos, evocando a mi blanca Jimena…, sus olivares verde-plata…, sus huertas donde cunden las higueras…, su olor a geranios y jazmines…, inolvidables tertulias con entrañables familiares…, eventos festivos de mi querido pueblo…, ¡flamenco…, siempre flamenco…!
Igualmente, mi corazón se emociona al oír los acordes de una melodiosa arpa, acompañada de un sabroso cuatro y unas sonoras maracas. Escuchar alguna interpretación de la muy variada “canta criolla”, es soñar con este inmenso y hermoso llano que me tiene profundamente enamorada, es imaginarme cual garza blanca atravesando sus ríos…, sus esteros…, para luego, al llegar la crepuscular y mágica hora de su “sol de los venados”, posarme en cualquier árbol, de los tantos que adornan las orillas de los caños y que por servir como “nuestro lugar de descanso”, renuncia a su verdadero nombre para ser conocido simplemente como “garcero”, y allí, reposada y tranquila, deleitarme contemplando el maravilloso espectáculo del atardecer llanero.
Sentir que vibro ante cualquiera de esos acordes de ambos mundos, extasiarme tanto al contemplar la inmensa llanura venezolana, como ante la imagen imponente de mi Sierra Mágina, me hace inmensamente feliz y afortunada, porque es sencillamente haber engrandecido mi corazón y disfrutar de las cosas que tenemos al nacer y de aquellas otras que la vida nos regala; creo que eso es, saber valorar…, saber amar…, es, simplemente… ¡saber vivir…!
Al evocar aquella sociedad guanareña de los años 60-70, no puedo menos que expresar mi eterno agradecimiento a ese querido pueblo, de quien siempre me he sentido, orgullosamente, “hija adoptiva”. Tan es así, que haciendo mención, nuevamente, a mi poema “ASÍ SOY…, VOSOTROS EN MI”, lo finalizo con la siguiente expresión:
¡Andalucía… me dio la vida… ¡
¡Guanare… me enseñó a vivir…!
Y es que realmente, llegué a Guanare siendo apenas una adolescente cargada de alboradas ilusiones, las mismas que, poco a poco, la vida me fue indicando que debía irlas depositando en una especial “cajita de cristal”… proyectos forjados en la aurora de mi vida…, hermosos recuerdos de mi tierra…, todo, absolutamente todo, debía ser guardado en aquella transparente, delicada y virtual “cajita”. No era conveniente seguir viviendo aferrada a mis juveniles sueños…, sentía que éstos se convertirían, con el tiempo, simplemente en hermosas quimeras destinadas a no ver jamás la luz; entendía que entre estos dos continentes, existía un inmenso Océano que, para aquellos tiempos, me resultaría muy difícil cruzar, bien por mi tempranera edad, bien por el concepto de protección en la crianza de antaño. Igualmente consideré, que no era sicológicamente saludable, mantener los recuerdos del pasado en un constante presente. La realidad de la vida se imponía y era necesario que yo comprendiera, que debía vivir el “aquí y ahora” en las condiciones y circunstancias reales, aunque mi corazón, desde ya me decía, que esa especial “cajita de cristal”, repleta de los más bellos recuerdos de personas…, de lugares, que formaron parte de mi niñez y de mi adolescencia…, me acompañaría hasta el último día de mi vida, sea cual fuere el lugar de mi última residencia. Y así ha sido a través del tiempo, esa “cajita” aún la conservo y la cuido con el más profundo amor y esmero; en élla se encuentran intactas las “piezas originales de mi vida”…, la raíz de mi existencia… ¡jamás podría olvidarla!
No fue nada fácil tomar semejante determinación, hubo ocasiones donde el corazón dominaba al cerebro y entonces me sentía triste y confundida; sin embargo, luché para que la sensatez se impusiera y... ¡lo logré! Hoy, muchos años después, no podría afirmar si aquella decisión de tratar de comprender y aceptar, sin “rebelarme”, mi realidad, fue acertada, siempre quedará la interrogante de cómo hubiese sido mi vida en el caso de haber podido regresar a mi patria ¡sólo Dios tiene la respuesta! De lo que sí estoy segura es que todo ello significó un tremendo aprendizaje para mí; entre otras cosas, aprendí a ubicar muy bien el espacio destinado para mis recuerdos, sin que éstos desviaran mi interés en el presente que me correspondía vivir; creo igualmente, que esto me ayudó a enriquecerme como persona, pues sin olvidar jamás mi procedencia y sintiéndome siempre muy orgullosa de mis raíces, aprendí a no desestimar la cultura que este hermoso y generoso país me ofrecía, por el contrario, supe darle cabida en mi corazón, valorándola, admirándola y disfrutando de todo lo que élla me brindaba. Y así, recibiendo lo que esta rica tierra me daba y haciendo la debida interrelación con lo que yo traía, fue como se comenzó a gestar en mí esta mezcla de culturas, de las cuales me siento sumamente orgullosa; definitivamente, este mestizaje permitió que en mí surgiera un verdadero RENACER CULTURAL.
Hoy, en esta andaluza, existe un verdadero y armonioso matrimonio, entre el “alma llanera” y mi “corazón gitano”, de tal manera que, si oigo un rasguear de guitarra flamenca, acompañada de un “sentío quejío moro”, siento que bulle a borbotones mi sangre andaluza, despertándose en mí ese apasionado duende del flamenco…, ese cante que me llega a lo más profundo de mi alma, hace que se me agolpen los recuerdos, evocando a mi blanca Jimena…, sus olivares verde-plata…, sus huertas donde cunden las higueras…, su olor a geranios y jazmines…, inolvidables tertulias con entrañables familiares…, eventos festivos de mi querido pueblo…, ¡flamenco…, siempre flamenco…!
Igualmente, mi corazón se emociona al oír los acordes de una melodiosa arpa, acompañada de un sabroso cuatro y unas sonoras maracas. Escuchar alguna interpretación de la muy variada “canta criolla”, es soñar con este inmenso y hermoso llano que me tiene profundamente enamorada, es imaginarme cual garza blanca atravesando sus ríos…, sus esteros…, para luego, al llegar la crepuscular y mágica hora de su “sol de los venados”, posarme en cualquier árbol, de los tantos que adornan las orillas de los caños y que por servir como “nuestro lugar de descanso”, renuncia a su verdadero nombre para ser conocido simplemente como “garcero”, y allí, reposada y tranquila, deleitarme contemplando el maravilloso espectáculo del atardecer llanero.
Sentir que vibro ante cualquiera de esos acordes de ambos mundos, extasiarme tanto al contemplar la inmensa llanura venezolana, como ante la imagen imponente de mi Sierra Mágina, me hace inmensamente feliz y afortunada, porque es sencillamente haber engrandecido mi corazón y disfrutar de las cosas que tenemos al nacer y de aquellas otras que la vida nos regala; creo que eso es, saber valorar…, saber amar…, es, simplemente… ¡saber vivir…!
Hola Ana.
Cuando uno relata parte de su vida, siempre desde la sinceridad, tiende a desnudarse metafóricamente hablando, esto es lo que haces y a Mi me llega, me identifica y me solidariza contigo, él porque, es muy sencillo, a fin y al cabo nosotros como otros y otras muchas nos toco esta vida.
La vida dual, mantener nuestros bellos recuerdos de niñez y adolescencia, pero sin olvidar que la vida es un camino a recorrer y como todos los caminos hay qué ir sorteando obstáculos pero llevándonos con nosotros todo lo bueno y malo que encontramos en el.
Integrarse en la sociedad donde aterriza no es fácil incluso muchos y muchas no lo consiguen por que se anclan en el pasado y eso no deja abrazar el presente.
Nunca sabremos qué hubiera ocurrido de quedarnos en nuestro Pueblo, lo que sí sabemos es que en otra lugar no acogieron, crecimos como persona y una vez integrados creamos nuestra propia historia.
Para Mí siempre debo estar agradecido, me dieron una caña de pescar y me llevaron al rio allí me explicaron como había que pescar y poder coger algún pez o muchos, esto dependía del esfuerzo y la constancia que estaría dispuesto a dedicarle. Y como individuos tenemos el resultado de esa pesca unos donde nacimos y otros donde pacimos.
Un abrazo.
Mariano
Cuando uno relata parte de su vida, siempre desde la sinceridad, tiende a desnudarse metafóricamente hablando, esto es lo que haces y a Mi me llega, me identifica y me solidariza contigo, él porque, es muy sencillo, a fin y al cabo nosotros como otros y otras muchas nos toco esta vida.
La vida dual, mantener nuestros bellos recuerdos de niñez y adolescencia, pero sin olvidar que la vida es un camino a recorrer y como todos los caminos hay qué ir sorteando obstáculos pero llevándonos con nosotros todo lo bueno y malo que encontramos en el.
Integrarse en la sociedad donde aterriza no es fácil incluso muchos y muchas no lo consiguen por que se anclan en el pasado y eso no deja abrazar el presente.
Nunca sabremos qué hubiera ocurrido de quedarnos en nuestro Pueblo, lo que sí sabemos es que en otra lugar no acogieron, crecimos como persona y una vez integrados creamos nuestra propia historia.
Para Mí siempre debo estar agradecido, me dieron una caña de pescar y me llevaron al rio allí me explicaron como había que pescar y poder coger algún pez o muchos, esto dependía del esfuerzo y la constancia que estaría dispuesto a dedicarle. Y como individuos tenemos el resultado de esa pesca unos donde nacimos y otros donde pacimos.
Un abrazo.
Mariano
Asi mismo es, mi amigo. Por lo visto, si algún día nos encontramos, vamos a tener bastante carrete para charlar, por supuesto, de éste y de otros temas. Un abrazo