Había una vez un zapatero que disfrutaba mucho con su trabajo, pese a que solo le alcanzaba para lo justo.
Tenía por vecino a un hombre muy rico, al que le sorprendían los cánticos
felices del zapatero, pues vivía en una humilde morada, así que un buen día fue a visitarlo.
« ¿Cuánto gana al día?», preguntó.
«Pues mire, vecino. Por mucho que trabajo solo obtengo unas monedas para vivir con lo justo, por lo que la riqueza no es el motivo de mi
felicidad», contestó.
«Eso pensé y vengo a contribuir
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