LA SEXTA PARTE DE LA LEYENDA! El Mago y la Hechicera.
6ta. parte.
.... sin perder un instante, dió orden al tesorero para entregar al mago las cantidades requeridas para poner en condiciones la caverna que habitaba....
Las humildes necesidades de Ibrahim Eben Abu Ajib consistieron en hacer abrir más habitaciones contiguas a la primitiva sala, cubrir las paredes con delicados y maravillosos tapices de seda de Damasco, los pisos con ricas alfombras de Esmirna, sobre las cuales lucierán valiosas otomanas y preciados divanes.
Los huesos se resienten después de tanto dormir sobre un duro lecho, y a mi edad --agregaba-- tampoco se podía sufrir la humedad que destilaban las paredes.
En una de las salas, hizo construir un regio baño de mármol verde con delicadas fuentes que vertían además de exóticos perfumes, aceites balsámicos y aromáticos.
--Esto -- explicaba cada vez que se sumergia en el tibio compuesto -- esto devuelve al cuerpo la agilidad que pierde en tantas horas de meditación y estudio.
Como la luz que llegaba por la apertura de la sala era insuficiente, ordenó colocar en todos los aposentos costosas lámparas de oro y fino cristal, que llenó con aceite especial cuya fórmula estaba en el Excelso Libró de la Sabiduría y que daba una luz más suave y delicada que la del más hermoso día, era la única, según el, que no fatigaba sus ojos en la lectura de los misteriosos papiros.
Éstos arreglos que parecian no tener fin, alarmaron al celoso tesorero. Un día, después de sumar las cantidades gastadas en la decoración del retiro del mago, dió un grito de asombro y corrió a contar al rey tal derroche.
--no desesperes-- --aconsejole Abén Habuz -- estos sabios tienen sus caprichos y hay que respetarlos, ya terminará por cansarse de amueblar su vivienda.
El tiempo dió razón al rey, a poco finalizaron los trabajos de lo que el sabio llamaba "su humilde morada", y que era para los demás un lujoso y confortable palacio subterráneo.
¿Estáis contento? preguntóle un día el tesorero.
¡Así, así, --contestó Abu Ajib--
Mi aposento está completo, solo me resta encerrarme y consagrar mi tiempo al estudio, pero algo falta para entretener o alegrar mis fatigas mentales.
¡Poderoso mago, tus deseos son órdenes!
--Es una pequeñez, cosa sin mayor importancia, algunas bailarinas y cantantes.
Bai.... la.... ri.... nas, tartamudeo asombrado el tesorero.
¿Que tiene de particular? replicó el mago con cierta gravedad, mi espíritu, aunque de alguna edad, necesita recrearse, sencillos son mis gustos, pero, de cumplirse mi deseo, quiero que éstas estén en la flor de la juventud y poseer exquisita belleza, solo así puede encontrar distracción un filósofo.
Satisfechos sus deseos, los días comenzaron a transcurrir con suma placidez.
Ibrahim Eben Abu Ajib, encerrado en su caverna, alternaba los estudios con las gracias y melodiosos cantos de las danzarinas.
El rey entretenía sus ocios encerrado en la torre, disponiendo crueles batallas y destrozando imaginarios ejércitos.
Como el juego llegó a cansarlo, le dio realidad provocando en toda forma a sus adversarios. Los ataques de éstos, no se hicieron esperar...
Fin de la 6ra. parte.
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