PEDRO MARTINEZ: ¡EL ONCEAVO CAPÍTULO DE LA LEYENDA! El Mago y la Hechicera....

LEYENDAS GRANAINAS. El Mago y la Hechicera. 3ra. parte.

... después de escucharlo en silencio y meditar un largo tiempo, le dijo;

" En Egipto, poderoso rey, vi y estudie un prodigioso invento, se haya colocado en una montaña que domina el valle en que se encuentra la ciudad de Borza, cerca del Río Nilo. Ésta compuesto, de dos figuras de bronce: un gallo y un carnero, que giran independientemente sobre un mismo eje, si algún peligro se cierne sobre la ciudad, el gallo empieza a cantar, mientras que el carnero señala la dirección por donde avanza el enemigo, de esta forma los laboriosos habitantes estaban siempre a cubierto"

¡Mahoma me ilumine!--imploró el rey
¡es eso lo que necesito!
un carnero y un gallo centinelas, dejaría de tener los asaltos de mis enemigos ¡Ala Akbar!
es la tranquilidad para mis últimos años.
Con suma tranquilidad, esperó el mago a que el rey diera rienda suelta a sus deseos, luego, con voz grave, de quien hace profundas revelaciónes, agregó;

--Conocéis ya mis viajes a las lejanas tierras de los faraones, siguiendo a los victoriosos ejércitos de Amrou y como trabé conocimiento con la flor de la sabiduría--

Un día paseaba con un sacerdote a orillas del Nilo, cuando interrumpió de forma extraña nuestra discusión sobre un elevado tema astrologíco;
allí es, dió solemne, al tiempo que me señalaba las grandiosas pirámides, donde se encuentra la verdadera y única fuente del conocimiento. De las tres, la que está en el medio, guarda la momia del supremo sacerdote a cuyos esfuerzos se deben estos maravillosos momentos. A su lado se encuentra el excelso libro de la sabiduría que encierra los preciados secretos de la ciencia que enseña y hace cosas extraordinarias y admirables: la magia.
Ese libro lo recibió Adán al ser expulsado del paraíso, gracias a su ayuda, el rey Salomón pudo construir el templo de Jerusalén, y luego, el supremo sacerdote, las pirámides. Saber que existía tal obra y enloquecer por el deseo de poseerla fue una sola cosa.
Con los soldados que tenía a mis órdenes y cientos de esclavos egiipcios, taladré la pirámide hasta dar con uno de los múltiples pasadizos. A riesgo de perder mi vida, seguí sus vericuetos y logré encontrar la cámara que guardaba desde hacía siglos, la momia del Supremo Sacerdote...

Fin de la 3ra. parte.

LEYENDAS GRANAINAS... El Mago y la Hechicer 4ª parte.

.... la cámara que guardaba desde hace siglos la momia del Supremo Sacerdote...
Fácil me fue entonces apoderarne del libro y abandonar con gran alegría el impresionante monumento... --pero, ¿de que me sirve, sabio Ibrahim--interrumpió impaciente Aben Abuz--, el hecho de que te hayas apoderado del libro de la sabiduría?
Pronto lo sabrás poderoso señor, él me ha instruido en preciadas cosas, gracias a él, no sólo obligó a un gentío a que venga en mi ayuda, sino que puedo conseguir un aparato muy superior al que te he descrito.
Sabio Eben Abu Ajib, imploró el rey, hazlo, ¡consigue la tranquilidad de mis últimos años, y todos mis tesoros serán tuyos!
¡Ala Akbar! ¡lo que es, es!
¡lo que ha de ser, será! contestó el mago dando término a la entrevista.
Y sin perder tiempo, se dispuso a cumplir los anhelos del rey. Comenzó a construir sobre la parte más alta del palacio, una elevada torre, sobre la cual fijó un eje, sobre el que giraban en vez de un gallo y un carnero, un moro a caballo armado de escudo y una lanza, que giraba en la dirección en que avanzaba el enemigo.
Debajo de la figura, se abría una sala circular con aberturas que dominaban los cuatro puntos cardenales. Frente a cada una de esas extrañas ventanas, situó mesas sobre las que colocó diminutas figuras de guerreros, alineadas como si se tratará de dos ejércitos prontos a darse batalla y separados por una pequeña lanza grabada con misteriosos símbolos.
La sala era guardada por una gruesa puerta de bronce con cerradura de acero, cuya única llave guardaba el rey celosamente. La terminacion del mágico aparato, coincidió con la falta de inactividad de sus enemigos, la paciencia comenzó a consumir al viejo rey.
Antes, decía con voz quejunbrosa a sus consejeros, me molestaban con una invasión diaria, ahora parece que éstos bandidos no existen.
Ya vendrán, solia repetir varias veces al día Eben Ajib.
Pronto estás palabras tuvieron confirmación, un amanecer, el guardia de la torre dió la alarma, la figura del moro había girado, señalando hacia Sierra Elvira, y su lanza se agitaba en dirección al Paso de Lope, Abén Habuz salto de su lecho gritando alborozado..
¡que las trompetas llamen a las armas!
Pero el mago, que había seguido en silencio al oficial portador de la noticia, exclamó;....

Fin de la 4 ta. pa

LEYENDAS GRANAINAS. El Mago y la Hechicera. 5ª parte.

... Pero el mago que había seguido en silencio al oficial portador de la noticia, exclamó;
--De nada tienes necesidad, ¡Oh, rey! Dejad las armas tranquilas y a vuestro guerreros en el descanso, solo pido que os digneis subir a la torre. Con gran trabajo y gracias a la ayuda del bicentenario Ibrahim, consiguió el viejo rey ascender por la larga escalera. Abierta la pesada puerta, vió con asombro que la ventana que dominaba la dirección por donde se señalaba la presencia del enemigo, estaba abierta.
Eben Ajib, después de observar un instante la montaña, habló al rey, ya sabéis por donde avanza el enemigo, pero tened a bien observar lo que ocurre en esta mesa.
El asombro de Abén Habuz no tuvo límites, las pequeñas figuras de madera, estaban en movimiento, los caballos caracoleaban, los jinetes agitaba sus lanzas, como el zumbido de un lejano mosquito se escuchaba el sonido de trompetas, choques de armas, gritos y relichos.
Ésto prueba que tus enemigos están avanzando,
¡pero, no te inquietes, poderoso rey!--agregó el mago--
si quieres que se retiren sin causarles daño, toca las figuras con la ayuda del asta de esta pequeña lanza, pero si deseas destrozarlos, hierelas con la punta de la lanza.
Abén Habuz, luchó un instante con su conciencia, la ira agitó la larga barba, su cara tomó un color violáceo.
Demasiado daño le habían causado la rebeldía de sus vecinos, como para olvidarlos y otorgar clemencia.
¡Debe haber un escarmiento! Exclamó tremulo, y tomando la lanza mágica hirió a unas y tocó a otras figuras, las que sin tardanza se trabavan en ruda pelea.
Grandes esfuerzos tuvo que hacer el mago, para dominar el entusiasmo del rey, impedir la muerte de todos sus enemigos y convencerlo de que ya era tiempo de abandonar la torre y enviar tropas en averiguacion de lo ocurrido.
Pronto regresaron los emisarios con grata noticia, un poderoso ejército llegado hasta Granada, se había retirado, al producirse entre sus jefes una agria discusión, finalizada en sangrienta lucha.
Al demostrarse las fantásticas virtudes del aparato, Abén Habuz, ordenó que se celebrarán grandes fiestas, donde el mago ocupara el sitio de honor.
Como has conseguido --dijole un día-- mi tranquilidad y supremacía, pídeme sabio Ibrahim Eben Abu Ajib la recompensa a que tienes derecho.
Que puedo pedirte ¡Oh, rey! los estudiosos nos contentamos con bien poco, facilitarme los medios para mejorar en algo mi humilde habitación.
--Así será --contesto Abén Habuz sin poder contener una sonrisa, pensando, que ingenuos y fáciles de contentar eran los verdaderos filósofos. Y sin perder un instante, dió orden al tesorero para que entregara al mago las cantidades requeridas para poner en condiciónes la caverna que el mago habitaba....

Fin de la 5ta. parte.

LA SEXTA PARTE DE LA LEYENDA! El Mago y la Hechicera.
6ta. parte.

.... sin perder un instante, dió orden al tesorero para entregar al mago las cantidades requeridas para poner en condiciones la caverna que habitaba....

Las humildes necesidades de Ibrahim Eben Abu Ajib consistieron en hacer abrir más habitaciones contiguas a la primitiva sala, cubrir las paredes con delicados y maravillosos tapices de seda de Damasco, los pisos con ricas alfombras de Esmirna, sobre las cuales lucierán valiosas otomanas y preciados divanes.
Los huesos se resienten después de tanto dormir sobre un duro lecho, y a mi edad --agregaba-- tampoco se podía sufrir la humedad que destilaban las paredes.
En una de las salas, hizo construir un regio baño de mármol verde con delicadas fuentes que vertían además de exóticos perfumes, aceites balsámicos y aromáticos.
--Esto -- explicaba cada vez que se sumergia en el tibio compuesto -- esto devuelve al cuerpo la agilidad que pierde en tantas horas de meditación y estudio.
Como la luz que llegaba por la apertura de la sala era insuficiente, ordenó colocar en todos los aposentos costosas lámparas de oro y fino cristal, que llenó con aceite especial cuya fórmula estaba en el Excelso Libró de la Sabiduría y que daba una luz más suave y delicada que la del más hermoso día, era la única, según el, que no fatigaba sus ojos en la lectura de los misteriosos papiros.
Éstos arreglos que parecian no tener fin, alarmaron al celoso tesorero. Un día, después de sumar las cantidades gastadas en la decoración del retiro del mago, dió un grito de asombro y corrió a contar al rey tal derroche.
--no desesperes-- --aconsejole Abén Habuz -- estos sabios tienen sus caprichos y hay que respetarlos, ya terminará por cansarse de amueblar su vivienda.
El tiempo dió razón al rey, a poco finalizaron los trabajos de lo que el sabio llamaba "su humilde morada", y que era para los demás un lujoso y confortable palacio subterráneo.

¿Estáis contento? preguntóle un día el tesorero.

¡Así, así, --contestó Abu Ajib--
Mi aposento está completo, solo me resta encerrarme y consagrar mi tiempo al estudio, pero algo falta para entretener o alegrar mis fatigas mentales.

¡Poderoso mago, tus deseos son órdenes!

--Es una pequeñez, cosa sin mayor importancia, algunas bailarinas y cantantes.

Bai.... la.... ri.... nas, tartamudeo asombrado el tesorero.

¿Que tiene de particular? replicó el mago con cierta gravedad, mi espíritu, aunque de alguna edad, necesita recrearse, sencillos son mis gustos, pero, de cumplirse mi deseo, quiero que éstas estén en la flor de la juventud y poseer exquisita belleza, solo así puede encontrar distracción un filósofo.

Satisfechos sus deseos, los días comenzaron a transcurrir con suma placidez.

Ibrahim Eben Abu Ajib, encerrado en su caverna, alternaba los estudios con las gracias y melodiosos cantos de las danzarinas.
El rey entretenía sus ocios encerrado en la torre, disponiendo crueles batallas y destrozando imaginarios ejércitos.
Como el juego llegó a cansarlo, le dio realidad provocando en toda forma a sus adversarios. Los ataques de éstos, no se hicieron esperar...

Fin de la 6ra. parte.

LEYENDAS GRANAINAS. 7ª parte. El Mago y la Hechicera.

... Como el juego llegó a cansarlo, le dió realidad provocando en toda forma a sus adversarios.
Los ataques de éstos, no se hicieron esperar....

... pero las continuas derrotas camarón sus odios y los llevó a proclamar la invencibilidad del viejo rey y pasar por alto sus insultos.
Faltó de actividad, Abén Habuz volvió a caer de nuevo en el aburrimiento. Bulliciosas fiestas, magníficos torneos o hermosas doncellas, sólo despertaban momentáneo interés.
Pasaron varios meses, y convencido de que aquel hastío no llevaba mirar de terminar, resolvió, después de una noche de cruel insomnio, llamar al mago y ordenarle buscara una nueva distracción..
Pero su resolución no llegó a cumplirse, un jadeante oficial irrumpió en sus aposentos para informarle de que el moro de bronce, inmóvil durante tanto tiempo, había girado y agitaba su lanza hacia una de las montañas de Guadix.
A medio vestir y sofocado por la rapidez, llegó Abén Habuz a la sala de la torre. La ventana situada en aquella dirección permanecía cerrada y las pequeñas figuras guardaban extraña quietud. Venciendo su asombro ordenó que varios destacamentos, explotarán cuidadosamente las montañas vecinas.
La curiosidad lo mantuvo en suspenso durante tres días, cuando sus ojos fatigados por la vigilancia en la torre se cerraban para descansar, cuando el bullicio de la tropa que regresaba de la impeccion lo alteró nuevamente.
Majestad --informó el oficial que mandaba a los guerreros--, podéis estar tranquilo en absoluto, el enemigo no se ha atrevido a asomar por el reino de Granada, sólo os puedo anunciar la captura bellísima joven que descansaba cerca de una vertiente.
La sorpresa abrió los semicerrados ojos de Abén Habuz que atusándose la barba dijo;

¿Una joven habéis dicho?
¿Bella para más?
¡Traedla inmediatamente!

Cumpliendo con la real orden, fue llevada a su presencia una doncella de prodigiosa belleza.
Un ¡ah! de asombro recorrió la sala del trono. Nunca habiase visto tan esbelto cuerpo ni tan gracioso y exquisito andar. Su cabellera recogida en trenzas y adornada con joyas, palidecía al más oscuro y negro mate, sus facciones tenían rara simetría, sus rosados labios dejaban entrever dos Hileras de dientes capaces de ruborizar a una perla. Dos delicadas rosas eran sus mejillas, y su cuello una alhaja, rodeada por una cadena de oro con una lira de plata.
Los fulgores de sus ojos que apagaban los de los brillantes que adornaban su frente, produjeron tal incendio en el viejo corazón ♥ de Abén Habuz, que casi llegó a perder los sentidos. Dominando aquella extraña pasión, alcanzó a preguntarle;

¡Oh, maravillosa joven! cuéntame como, has llegado a mi reino.

Una voz dulce y melodiosa que lo turbó más aún contestó;

Huyendo de los enemigos de mi padre, un príncipe cristianocaído en desgracia y prisionero.

No te dejes engañar, interrumpió el mago Ibrahim al oído de Abén Habuz, ella es el enemigo señalado por el moro de la torre, en sus ojos leo algo malefico. En su rostro advierto cosas que me hacen sospechar que es alguna cruel Hechicera transfornada en bella doncella para dominarte....

Fin de la 7ma. parte.

LEYENDAS GRANAINAS El Mago y la Hechicera...8ª parte.

... No te dejes engañar --interrumpió el mago Ibrahim al oído de Abén Habuz--
Ella es el enemigo señalado por el moro de la torre, en sus ojos leo algo malefico. En su rostro advierto cosas que me hacen sospechar que es alguna cruel Hechicera transformada en una hermosa doncella para dominarte...

... --sabio Abu Ajib, respondió el rey con enojo-- tu ciencia será profunda, pero en cuanto al conocimiento de estas cuestiones femeninas, yo desafío al mismísimo Rey Salomón. Esta joven en la que crees ver a una maléfica hechicera, es una bella e inocente paloma que da recreo a mis ojos y amor a mi corazón
--Ten presente poderoso rey--insistió Ibrahim-- que mi proceder ha sido desinteresado, he contribuido a la derrota de tus enemigos, en cambio ahora te solicito me cedas a esta joven que al par que entretenga mis momentos de descanso, la estudiaré por si encuentro en ella a una hábil hechicera y poder así destruir sus malas artes.
--Tus pretenciones--repuso con voz agria Abén Habuz-- no tienen límites.
¿Para que quieres otra bailarina?
Ninguna de ellas toca la lira de plata, y un rato de música es agradable cuando la mente se halla fatigada.
¡Pues buscate otra música!
--gritó el rey en el colmo de la ira--
Esta joven es mía y nadie en el mundo me la va a arrebatar.
Siento tanto cariño por ella, como David, padre de Salomón sintió por la sulamita Abisag.
Los presagios y ruegos de Ibrahim, terminaron en borrascosa discusion. El Mago ofendido por las palabras del rey se retiró a sus aposentos. Abén Habuz riéndose de sus profecías, se dedicó a hacerle la corte a la bella princesa, creía suplir su falta de juventud y atractivos físicos por explendidos regalos. Los mercaderes de Granada debían de venderle las joyas más preciadas, las más raras delicadas esencias, sedas y encajes que llegaban de África y Asia.
La ciudad vivía de fiesta en fiesta, bailes, torneos, corridas de toros se daban en alegre continuidad, pero nada de eso conmovia a la princesa. Regalos y fiestas los recibía como cumplidos, más que a su alcurnia, a su belleza, de la que estaba muy envanecida.
Su conducta parecía guiada a su propósito de arruinar a su viejo admirador, haciéndole gastar sumas fabulosas en innecesarios objetos.
Nada de lo que ideaba Abén Habuz vencía la amable reserva de la princesa.
No lo desairaba ni le sonreía. Cada vez que, incontenible, le declaraba su amor, ella, como respuesta, pulsaba la lira de plata.
Sus melodiosas notas parecian estar acompañadas de misterioso poder de sumir al viejo rey en un sueño irresistible, del que despertaba horas después con mayor vigor, pero curado por varios días de su avasalladora pasión.
Mientras Abén Habuz vivía en este sueño, olvidaba día a día los deberes para con su reino.
Los cortesanos y luego el pueblo, empezaron a murmurar, lamentándose del estado de idiotez de su soberano y del derroche al que lo conducía su favorita.
La situación llegó a agravarse, cuando el pueblo, perdiendo todo el respeto, intentó asaltar el palacio y matar a la princesa cristiana.....

Fin de la octava parte.

LA NOVENA PARTE DE LA LEYENDA! El Mago y la Hechicera. Novena parte.

... La situación llegó a agravarse, cuando el pueblo perdiendo todo respeto, asalto el palacio y matar a la princesa cristiana....

.. El temperamento guerrero volvió a renacer en el pecho del rey, que al frente de unas tropas, atacó a los sublevados, derrotandolos y ahogando toda posibilidad de una nueva insurrección.
Al reinar la tranquilidad, Abén Habuz hizo llamar al mago Ibrahim, que aún permanecía en sus aposentos sin olvidar las ofensas y el triste resultado de su "pedido".
Con voz amable y ánimo de congraciarse Abén Habuz le dijo;
", debo confesarte, sabio Abu Ajib, que tus profecías sobre la hermosa cristiana se han cumplido, espero de ti los consejos que me libren de futuros pelígros"

Solamente puedo darte uno, replicó solemne Ibrahim, que alejes cuanto antes de tu lado a esa joven que causará tu ruina.
Eso es imposible, gemió dolorido Abén Habuz.
¡Preferiría en este caso perder mi reino!

Es que perderás ambas cosas, vaticinó el mago.
No me abandones en tan cruel situación --imploró el rey-- ten piedad de mis sentimientos y busca la forma de evitar mayores riesgos, y cumplir mi anhelo de hallar lejos de las obligaciones e hipocresias de la corte, un retiro pleno de amor y placidez.
Ibrahim meditó unos instantes, luego examinó con atención el arrugado rostro del rey.

¿En que forma me recompensarias si te suministro lo que anhelas?

¡Te concederé lo que pidas, palabra de rey!

¿Habéis escuchado, magno soberano, algún relato del asombroso jardín de Irán, maravilla de la Arabia feliz?

Como buen creyente conozco lo que a su respecto dice el libro del Coran, en el capítulo
"La Aurora del Día". Además he oído de labios de peregrinos relatos increíbles y portentosas descripciones de ese lugar. Pero los he considerado exageraciones de viajeros para deslumbrar a sus oyentes.
Tu incredulidad es inesacta, lo dicho por ellos es verdad, interrumpió Abu Ajib --tuve la suerte de ver el jardín y el palacio del Irán, y si tu paciencia es grande, ten a bien escuchar mi relato en el que hallarás algo semejante a tus deseos.
Siendo joven erraba por el desierto cuidando los camellos de mi padre, cuando un día uno de ellos se extravío en las ruinas de Aden, la dura búsqueda agotó mis fuerzas, alcancé a llegar a un pequeño oasis donde me tumbé a dormir.
Grato fue mi despertar frente a las puertas de una hermosa ciudad, rodeada de jardines de incomparable belleza, que recorrí con asombro y temor. Sus palacios, calles, plazas y mercados estaban desiertos, ni un solo ser viviente habitaba en ella. Impresionado por el silencio, resolví volver al oasis, y cuando alcancé a cruzar la puerta por la que había entrado, me volví para admirar sus bellos palacios, pero la ciudad, habían desaparecido en las arenas del desierto.
Preocupado por lo que creía que fue un sueño, me orienté tratando de dar con la caravana.
En el camino tuve la fortuna de encontrar a un viejo sacerdote mahometano de mucho saber y conocimiento en leyendas tradicionales.
Después de oírme, me explicó que había visitado del maravilloso jardín del Irán, que solia aparecer se vez en cuando a los viajeros del desierto. Su origen se remontaba a la antigua época en que la tribu de los Additos poblaban esas tierras. El rey Shedad, hijo de Ad y bisnieto de Noe tuvo la idea de fundar una hermosa ciudad, cuando se terminó de construir era tan extraordinari y magnífica, que el rey resolvió construir un palacio con jardines que superarán a los que, según el Libro del Coran, existen en el paraíso celestial. Pero su soberbia fue severamente castigada por Ala, el rey y sus súbditos, desaparecieron misteriosamente. Un velo cayó sobre la ciudad ocultandola a la vista humana, y suele descubrirse de vez en cuando, como un ejemplo del castigo que merece la vanidad....

Fin de la 9ª parte

¡LA DÉCIMA PARTE DE LA LEYENDA! El Mago y la Hechicera.

.... Un velo cayó sobre la ciudad, ocultandola a la vista humana, y suele descubrirse de vez en cuando, como un ejemplo del castigo que merece la vanidad...

... Esta leyenda unida al recuerdo de su maravillosa ciudad no alcanzó a borrarla de mi mente.
Al conseguir el libro de la sabiduría, resolví, como una de las primeras cosas, volver a visitar nuevamente el jardin del Irán. Fácil ne fue hallarlo, e instalandome en el palacio del rey Shedad, gocé durante algún tiempo de las delicias de aquel Edén. Mi poder obligó al genio que cuidaba la ciudad a informarme de cómo se hacía visible tanta belleza.
Así es como puedo construir, si lo deseas, un palacio y un jardín que superen en magnificencia al del irán, mi poder es mayor de lo que requiere esa empresa.
Acuérdate que poseo el libro de Excelsa Saviduria anterior al gran Salomón.
Abu Ajib --imploró a Aben Habuz-- demaciado conozco tu poder y saber como para atreverme a ponerlos en duda. Solo te pido que me hagas un palacio como el que me has descrito y te recompensaré hasta con la mitad de mi reino.
¡Bah! --contestó despectivo el mago-- los que consagrsmos nuestra vida al estudio consideramos las riquezas como producto del egoísmo, pero para conformarte, te pediré que me regales el primer animal cargado que cruce primero bajo las puertas del encantado palacio.
El rey no ocultó su alegría y apresuró la respuesta ante tan poco pedir, Abrahim, demostrando una actividad insospechada, empezó a construir sobre sus habitaciones subterráneas, en el centro de un patio rodeado de gruesos muros, una torre con sólidas puertas, en torno a la cual, con la ayuda de un cincel y una maza, labró dos misteriosos símbolos, una gran llave y una mano gigantesca pronunciando unas palabras cabalistas dió fin a su trabajo.
Finalizada la obra, después de permanecer varios días en sus aposentos realizando misteriosas experiencias, subió a lo alto de la montaña. Pasada la media noche, fue a despertar a Abén Habuz y le dijo;...

Fin de la décima parte.

¡EL ONCEAVO CAPÍTULO DE LA LEYENDA! El Mago y la Hechicera.

... pasada la media noche fue a despertar a Abén Habuz y le dijo;

Poderoso rey, mi obra está construida, en lo alto de la montaña se encuentra a su disposición el palacio y los jardines, de la belleza más fantástica que pueda concebir la imaginación del hombre. Cuenta con las propiedades del Jardín del Irán, que queda oculto a todo aquel que no posea la clave secreta que anuncia el libro de la Suprema Sabiduría.

¡Oh! aclamó asombrado el rey, en cuanto amanezca me instalaré en ese palacio.
Las pocas horas que faltaban para nacer el nuevo. transcurrieron para Aben Habuz con una lentitud desesperante. Antes de que el sol iluminara los picos de Sierra Nevada, ya estaba a caballo dispuesto para la partida. A su lado, sobre un bello animal cuya blancura podía rivalizar con la nieve, iba la princesa cristiana, más hermosa que nunca, luciendo un maravilloso vestido adornado con brillantes y esmeraldas.
El mago Ibrahim, que no gustaba de los ejercicios ecuestres, caminaba al otro lado del rey ayudándose de su bastón y sin dejar de observar a la joven y a la lira de plata que conservaba sujeta a la cadena de oro al rededor de su cuello.
La curiosidad impacientaba a Abén Habuz, estaba por llegar y no divisaba aún las altas torres del monumental palacio ni de los deliciosos jardines prometidos.

Ya te previne --explicó Abu Ajib-- que guarda los mismos hechizos que el del Irán, nada has de ver hasta que no cruces la puerta mágica.
Cuando llegaron al patio amurallado, Abrahim indicó al rey que fijara su atención a la llave y la gigantesca mano grabada sobre cada uno de los lados de la enorme puerta.
Estos son --dijo--, los simbolos que protegen la entrada de tu maravilloso retiro.
Hasta que esa mano suba y tome llave, no habrá nadie en el mundo que pueda atentar contra la tranquilidad del dueño de estas montañas.
El asombro que le produjo cosa tan notable, distrajo tanto a Abén Habuz, que ni siquiera noto que el caballo de la princesa atravesó la puerta hasta llegar al centro del patio,

un grito del mago lo trajo a la realidad.

¡Ah! --rey de Granada-- dijo alborozado--, he aquí mi recompensa;

"el primer animal con su carga que atravesará la puerta encantada"

Abén Habuz aumentó su buen humor.
No esperaba por cierto una broma semejante.
Pero cuando la insistencia del mago le recordó que aquello era cosa seria, el enojo turbó su mente, y sosteniendo la barba que se movía al ritmo de su ira, exclamó;...

Fin del onceavo capítulo, mañana el doceavo y último.