Llegué con mi esposa a La Línea, y al pedir habitación en una pensión me dicen.- Solo tengo libre la 17. Nos metemos en la 17, y resulta que estaba debajo de la maquinaria del reloj de la torre. Los cuartos, las medias y todas las horas se ponía en marcha aquélla máquina infernal. Naturalmente que, por la mañana, nos dieron otra habitación sin pedirlo.