Quince años cumplía Alicia
cuando conoció a Alfredo
y sus ojos nunca vieron más allá
de lo que su corazón latía
o de lo que ella gustó soñar.
¿Quieres ser mi novia?
Le preguntó aquella lejana tarde
cuando ella inocente enamorada
y hecha un manojo de nervios
le contestó sí, pues se creyó amada.
Tan solo bastaron setenta y dos horas
para que las palabras de él
hirieran los oídos de ella
y su corazón y su alma;
él risueño y Alicia ocultando su pena.
En público la trataba como a una reina
en la intimidad permanentemente la vejaba
él empezó con palabras ella con disculpas;
él continuó con golpes ella guardando silencios;
ella aguantando y él descargando sus culpas.
Alicia nunca contó ni habló por vergüenza
mientras Alfredo presumía de novia
todos envidiaban a la joven pareja
ellos deseando vivir la vida de él
ellas soñando con vivir la vida de ella.
Aquella mañana se acabó el silencio
aquella mañana despertó de su sueño
aquella mañana se levantó decidida
a no vivir dominada por el miedo
aquella mañana terminó su pesadilla.
Denunció lo que nunca debió soportar
denunció el dolor silencioso del desprecio
denunció al ruin y a sus ruindades
denunció al hipócrita y su hipocresía
denunció la cobardía del cobarde.
Cicatrices jalonan ahora su alma herida
pues no solo hieren las manos
no solo hieren las patadas
se hiere también con los desprecios
también se hiere con las palabras.
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