Apreciado Jardinero de las nubes:
Tu discrepancia, que en lo esencial no la veo (no la puedo ver), la interpreto como virtud por cuanto la verdad absoluta, a excepción de Dios, no existe; vivimos, sentimos y actuamos según una serie de referentes que llamamos verdades relativas, sin las cuales, como diría César Vidal, un amante de la verdad, en su libro, ¿POR QUÉ SOY CRISTIANO?, filosóficamente, hasta en los actos más triviales nos regimos por infinidad de pequeñas verdades. Convendrás conmigo, en que una de esas pequeñas aunque grave verdad, es la que hacía referencia en mi comentario: <La veracidad, no en términos generales sino relativos, de la deficiente expresión verbal de muchos infantes y jóvenes del momento presente>. A esa faceta, concretamente, me refería en mi comentario al Foro. Sabes sobradamente, apreciado Jardinero de las nubes, que Dios, viendo perdido a su pueblo, producto de la idolatría, del vicio, la mentira y la corrupción, por amor, decidió rebajarse a la condición humana, ser hombre como nosotros en la persona de Jesús de Nazaret. Quería que su pueblo fuera libre, que apreciara la verdad... y que la buscara. Y aquel hombre, al cual negaron muchos de su tiempo, nos dijo sin ambages que la <la verdad nos haría libres>. Pues bien; en sus <dicta et facta>, el hombre Jesús que en verdad amaba a los niños y a los jóvenes, por esa inocencia pura y límpida que poseen, decía que no se les impidiera acercarse a Él. ¿Quiénes fueron los que en primer lugar se retiraron -los más viejos, los más contaminados, los niños y los jóvenes, no-, cuando Jesús puso la condición de que quien estuviera libre de pecado arrojase la primera piedra?
El párrafo o frase (= conjunto de frases) que sometes a mi parecer u opinión, por su enfoque totalizante y globalizador, lo dijese quien lo dijese, es un reduccionismo y, como todo reduccionismo es excluyente, parcial y sectario. Si ese personaje se arrogaba la ejemplaridad de la juventud, no a la cual denostaba, sino a la que él defendía, su soledad podría palparse, era tan pesada como una mole. Su egolatría, incluso si me apuras, psicológicamente, su narcisismo (= una patología psicológica), daban asco, repelían <ad nauseam>. Probablemente se tratara de un dictador, un enemigo de la verdad, de la libertad e, incluso, del ser humano. ¿Quién o quiénes serían los culpables de que <esta juventud -como él dice- está podrida desde el fondo de su corazón?. El infante y joven del momento histórico, no; esos niños y jóvenes a los que él se refiere, si estaban podridos, alguien o algunos sembraron en sus corazones dicha putridez. Seguro que fue él o, sus antecesores en línea de pensamiento. No obstante, como diría Pascal, el corazón tiene razones que la razón no entiende. Sí, pero esa sutileza de conocimiento a la que se refiere el insigne filósofo y matemático francés, cae fuera del autor de dicha desafortunada expresión.
Sabes, Jardinero de la nubes, que nuestro gran filósofo Ortega y Gasset, dijo aquello, de que el hombre es el yo y sus circunstancias..., mas continuaba, que si las circunstancias no las controlamos, ellas nos controlarían a nosotros. Yo me pregunto: ¿controlan nuestros infantes y jóvenes sus circunstancias o, lo que es mucho peor, se las controlamos nosotros para utilizarlos con fines utilitaristas? También dicho filósofo, en su famoso libro la Rebelión de las masas, afirmaba aquello de que debíamos, al menos con esfuerzo y sacrificio, intentar ser selectos (= autoexigentes en la perfección, cualificación, educación, formación, nivel cultural e intelectual, referentes éticos y morales...), aunque nos quedásemos a medio camino. Ser hombres selectos, no masa. Hoy, desgraciadamente, a los jóvenes virtuosos (= responsables en sentido amplio) se les ve como bichos raros, como especimenes a extinguir. Y, todo, apreciado Jardinero de las nubes, porque ese tipo de jóvenes no les interesan a quienes desean seguir controlando sus circunstancias para moldearlos, manipularlos, modelarlos (= ponerles modelos a imitar, y no, precisamente dechados de virtudes humanas, mejor diría de humanismo moral). Éstos son los que pudrieron los corazones de aquella juventud, los que la perdieron, los que les hicieron perezosos (= oprimidos), los que no confiaban en sus jóvenes y, ¡claro!, temían a aquella juventud porque no mantendrían aquel tipo de cultura, la suya, la del excluyente, la del opresor, pues lucharían y trabajarían por conseguir otra cultura mejor, la que nos hace libres, la que nos dignifica, la que valora no sólo lo material, sino que asume humildemente que también el ser humano posee una dimensión trascendente, un componente divino que nos asemeja a Jesús de Nazaret, un espíritu y un alma, según el enfoque de la antropología sanjuanista. Siempre hemos oído y dicho, que el joven que de joven no es revolucionario (= exigencia y autoexigencia), es un tonto, un necio; pero que si de mayor sigue siendo revolucionario (= atentar contra los valores permanentes y eternos), es un loco. No; apreciado Jardinero de las nubes, discrepo del contenido de la frase, es más, la rechazo de plano. Recordemos también, ya que lo citas, que el grandioso Platón, cuando joven, fue más radical (La República), pero que ya en la madurez (Las Leyes), discrepaba o mitigaba muchas de sus ideas anteriores. Sí, los infantes y jóvenes actuales, en lo bueno y en lo malo (expresiones soeces y obscenas, entre otras conductas) son consecuencia de las circunstancias que les hemos creado, de las que los hemos rodeado... por irresponsabilidad, negligencia, desconocimiento, despreocupación, conformismo..., no digamos, y esto es muy importante, de los modelos que les hemos puesto para que los imiten, p. ej., aquél que afirmaba sin ambages y con repudiable estulticia, que sólo era feliz cuando chorros de alcohol y drogas circulaban por su venas. A esa juventud me refiero, apreciado Jardinero de las nubes.
No; yo no me puedo molestar porque tú ni nadie exprese libremente sus opiniones, porque se discrepe o exista controversia, esta actitud es enriquecedora. Sí que no estoy de acuerdo y por lo tanto lo rechazo, es cuando la discrepancia, la controversia o el contraste de opiniones se hace sin respetar, que no es tu caso ni mucho menos, la dignidad del otro. Es más, por lo que hemos leído de ti, tenemos muchísimos más puntos de encuentro que de desencuentro. Si la coherencia, que como sabemos, es hacer coincidir lo que decimos con lo que hacemos, y viceversa, y la honestidad, que como también sabemos, es hacer coincidir lo que pensamos y sentimos con lo que hacemos, y viceversa, presiden el discurso, y no la conveniencia (= lo políticamente correcto), hoy muy extendida, podremos discrepar, tener otro punto de vista, contrastar opiniones y enfoques, pero la honradez presidirá dicho discurso.
Un saludo muy cordial... dentro de la discrepancia.
Alter ego.
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