Diario de navarra, jueves 8 de mayo de 2008. CARTAS AL DIRECTOR.
LA ROMERÍA A UJUÉ, GENERACIONES DE TRADICIÓN MARIANA.
Cuando yo era pequeña, mi madre nos llevaba a mí y a mis hermanos a Santa María de Tafalla, a Recibir los romeros que llegaban de Ujué.
Esperábamos a mi abuelo y a mi padre, que entraban a repique de campanas por esa enorme portalada. En silencio sepulcral, vestidos con sus túnicas y capillos negros puestos hasta llegar al altar mayor, donde se lo retiraban.
Durante este trayecto, miraba aquellas botas o zapatos gastados, polvorientos o embarrados (según el tiempo), la bota de vino colgada al hombro en forma de bandolera, túnicas raídas y quemadas por el sol de muchas romerías.
El capillo de mi abuelo era lo que buscaba, único y distinto a todos, y que en la actualidad, todavía conservo. Confeccionado y adornado por mi abuela, con una pasamanería de terciopelo, de las que sólo quedaban unas cintas gastadas y descoloridas, terminando éste en una gran bola.
Su andar era cansado por el peso de sus años, pero seguro y firme por su gran fe. Pequeños detalles, pero inconfundibles, eran los que me ayudaban a reconocerlo, en el breve instante que transcurría al pasar frente a mí.
Hoy en día, ya quedan muy pocos romeros que mantienen esa costumbre de llevar el capillo puesto durante el pasillo central, hasta llegar al altar mayor. Aunque todavía quedan muy pocos que lo mantienen y esto me produce una gran satisfacción, mantener viva esa tradición de penitente anónimo.
Y hablando de tradiciones, quiero felicitar a nuestro Ayuntamiento de Tafalla, por recuperar el compromiso de la legua, después de tanto tiempo olvidada.
CARMEN CELAYA
LA ROMERÍA A UJUÉ, GENERACIONES DE TRADICIÓN MARIANA.
Cuando yo era pequeña, mi madre nos llevaba a mí y a mis hermanos a Santa María de Tafalla, a Recibir los romeros que llegaban de Ujué.
Esperábamos a mi abuelo y a mi padre, que entraban a repique de campanas por esa enorme portalada. En silencio sepulcral, vestidos con sus túnicas y capillos negros puestos hasta llegar al altar mayor, donde se lo retiraban.
Durante este trayecto, miraba aquellas botas o zapatos gastados, polvorientos o embarrados (según el tiempo), la bota de vino colgada al hombro en forma de bandolera, túnicas raídas y quemadas por el sol de muchas romerías.
El capillo de mi abuelo era lo que buscaba, único y distinto a todos, y que en la actualidad, todavía conservo. Confeccionado y adornado por mi abuela, con una pasamanería de terciopelo, de las que sólo quedaban unas cintas gastadas y descoloridas, terminando éste en una gran bola.
Su andar era cansado por el peso de sus años, pero seguro y firme por su gran fe. Pequeños detalles, pero inconfundibles, eran los que me ayudaban a reconocerlo, en el breve instante que transcurría al pasar frente a mí.
Hoy en día, ya quedan muy pocos romeros que mantienen esa costumbre de llevar el capillo puesto durante el pasillo central, hasta llegar al altar mayor. Aunque todavía quedan muy pocos que lo mantienen y esto me produce una gran satisfacción, mantener viva esa tradición de penitente anónimo.
Y hablando de tradiciones, quiero felicitar a nuestro Ayuntamiento de Tafalla, por recuperar el compromiso de la legua, después de tanto tiempo olvidada.
CARMEN CELAYA
