Ujué, monumento nacional. Cartas al Director 11 de Mayo de 2004.
Habíamos acordado junto a mi familia aprovechar las vacaciones para visitar distintos puntos de Navarra. Recomendados por un buen amigo, fuimos a visitar Ujué medieval. Aparcamos a la entrada del pueblo, en un lugar acondicionado a tal efecto. Nos adentramos andando hacia el castillo fortaleza, topándonos con un montón de escombro a la izquierda, una serie de viejos bidones a la derecha y cerca de ellos otro montón de escombros. Encontramos a los vecinos de Ujué en una celebración religiosa, por lo que aprovechamos para visitar todo el entorno de la iglesia fortaleza, quedándonos gratamente sorprendidos de lo bien cuidado que se encuentra, y de las hermosas vistas que de allí se contemplan. Cuando pudimos, entramos en la iglesia y contemplamos ese hermoso templo con una parte románica bien diferenciada de otra gótica. Quedamos admirados de esa hermosa talla de la imagen de la Virgen, tan venerada en toda la Zona Media y Ribera de Navarra. Empecé a pensar que, con la mala impresión que me había llevado al dejar el coche, a pesar de todo mi amigo tenía razón: bien merecía la pena una visita a Ujué. Nos adentramos en el casco urbano, no sin antes habernos tomado un café en el Mesón, pues ese condenado frío que hacía bien invitaba a ello. Ya metidos en esas calles y callejuelas empinadas, pero muy bien cuidadas, recorrimos todo el pueblo, por supuesto haciendo hermosas fotografías en ese inigualable casco urbano medieval. Recomendados también por nuestro amigo, bajamos hacia el sur a visitar la antigua iglesia de San Miguel, ya en ruinas. De nuevo nos topamos con montones de escombros y piedras. "¿Estará todo el pueblo en obras?", pensamos. No debe ser así, porque ya de vuelta hacia el coche, por una carretera estrecha, nos dimos cuenta de que a ambos lados había toda clase de objetos de chatarra y basura. Sentimos mucha pena. Habíamos pasado de contemplar una joya de casco urbano a una indecencia de alrededores. Repito, una verdadera pena. Abandonamos el pueblo con un sabor agridulce. Prometí a mi familia volver en verano con mejor tiempo. Ojalá para entonces se haya retirado toda esa basura de los alrededores y sea Ujué lo que le corresponde, monumento nacional.
JAVIER CARO APARICIO.
Habíamos acordado junto a mi familia aprovechar las vacaciones para visitar distintos puntos de Navarra. Recomendados por un buen amigo, fuimos a visitar Ujué medieval. Aparcamos a la entrada del pueblo, en un lugar acondicionado a tal efecto. Nos adentramos andando hacia el castillo fortaleza, topándonos con un montón de escombro a la izquierda, una serie de viejos bidones a la derecha y cerca de ellos otro montón de escombros. Encontramos a los vecinos de Ujué en una celebración religiosa, por lo que aprovechamos para visitar todo el entorno de la iglesia fortaleza, quedándonos gratamente sorprendidos de lo bien cuidado que se encuentra, y de las hermosas vistas que de allí se contemplan. Cuando pudimos, entramos en la iglesia y contemplamos ese hermoso templo con una parte románica bien diferenciada de otra gótica. Quedamos admirados de esa hermosa talla de la imagen de la Virgen, tan venerada en toda la Zona Media y Ribera de Navarra. Empecé a pensar que, con la mala impresión que me había llevado al dejar el coche, a pesar de todo mi amigo tenía razón: bien merecía la pena una visita a Ujué. Nos adentramos en el casco urbano, no sin antes habernos tomado un café en el Mesón, pues ese condenado frío que hacía bien invitaba a ello. Ya metidos en esas calles y callejuelas empinadas, pero muy bien cuidadas, recorrimos todo el pueblo, por supuesto haciendo hermosas fotografías en ese inigualable casco urbano medieval. Recomendados también por nuestro amigo, bajamos hacia el sur a visitar la antigua iglesia de San Miguel, ya en ruinas. De nuevo nos topamos con montones de escombros y piedras. "¿Estará todo el pueblo en obras?", pensamos. No debe ser así, porque ya de vuelta hacia el coche, por una carretera estrecha, nos dimos cuenta de que a ambos lados había toda clase de objetos de chatarra y basura. Sentimos mucha pena. Habíamos pasado de contemplar una joya de casco urbano a una indecencia de alrededores. Repito, una verdadera pena. Abandonamos el pueblo con un sabor agridulce. Prometí a mi familia volver en verano con mejor tiempo. Ojalá para entonces se haya retirado toda esa basura de los alrededores y sea Ujué lo que le corresponde, monumento nacional.
JAVIER CARO APARICIO.
