AQUELLA NOCHE LLOVIA CON GANAS
Era una noche del mes de octubre del año 1987, aquel hombre que sentía pasión por su tierra gallega, viniendo desde Miño a Puentedeume con su bicicleta, empezó a sentir la lluvia que le iba mojando, se daba cuenta que la noche venía amenazando lluvia, más como eso es normal en Galicia, no lo daba mucha importancia, su pedaleo era normal, y el faro de la bicicleta apenas alumbraba, más este hombre que tenía un amor en Miño, aguantaba aquella lluvia, con la ilusión de poderse casar y dejar de andar esas noches tan escabrosas, trato de ponerse un impermeable que le cubría todo el cuerpo, aunque los pies notaba como estaban calados, y sus zapatos sacudían sonidos de estar aguachinados, El hombre según circulaba iba pensando, esta tierra gallega tiene estas horas de lluvia que aunque nos avisa no lo ponemos remedio, debemos de estar preparados para aguantar tanta lluvia, y si es posible no circular cuando caiga esta cantidad de agua. El hombre aquel tardaba normalmente media hora de camino, ese día circulo más lento, y pudo tardar casi cuarenta minutos, que le parecieron una eternidad, ya que apenas vio circulación por la carretera de Perves, Cuando llegó a Puentedeume le parecía una lluvia torrencial de las que dejan huellas, en su casa la familia le decía, “no se que debe de tener esa mujer para que seas prisionero de ella”, el hombre contestaba, “es mi vida y hare lo que más me conviene”, Aquel hombre desde su casa sentía caer la lluvia con fuerza, era de esos otoños que dejan su reguero de lluvias por toda Galicia, pero entre Las Rías de Betanzos y de Ume, la lluvia parece prodigiosa, es como si lloviera con ansias, aunque una vez que deja de llover la vida sigue su curso, es una forma de vida que solo los gallegos la entienden. Sin embargo, los que vamos allí de La Castilla Sedienta, nos gustaría entenderlo, digamos que allí la lluvia es arte. G X Cantalapiedra.
Era una noche del mes de octubre del año 1987, aquel hombre que sentía pasión por su tierra gallega, viniendo desde Miño a Puentedeume con su bicicleta, empezó a sentir la lluvia que le iba mojando, se daba cuenta que la noche venía amenazando lluvia, más como eso es normal en Galicia, no lo daba mucha importancia, su pedaleo era normal, y el faro de la bicicleta apenas alumbraba, más este hombre que tenía un amor en Miño, aguantaba aquella lluvia, con la ilusión de poderse casar y dejar de andar esas noches tan escabrosas, trato de ponerse un impermeable que le cubría todo el cuerpo, aunque los pies notaba como estaban calados, y sus zapatos sacudían sonidos de estar aguachinados, El hombre según circulaba iba pensando, esta tierra gallega tiene estas horas de lluvia que aunque nos avisa no lo ponemos remedio, debemos de estar preparados para aguantar tanta lluvia, y si es posible no circular cuando caiga esta cantidad de agua. El hombre aquel tardaba normalmente media hora de camino, ese día circulo más lento, y pudo tardar casi cuarenta minutos, que le parecieron una eternidad, ya que apenas vio circulación por la carretera de Perves, Cuando llegó a Puentedeume le parecía una lluvia torrencial de las que dejan huellas, en su casa la familia le decía, “no se que debe de tener esa mujer para que seas prisionero de ella”, el hombre contestaba, “es mi vida y hare lo que más me conviene”, Aquel hombre desde su casa sentía caer la lluvia con fuerza, era de esos otoños que dejan su reguero de lluvias por toda Galicia, pero entre Las Rías de Betanzos y de Ume, la lluvia parece prodigiosa, es como si lloviera con ansias, aunque una vez que deja de llover la vida sigue su curso, es una forma de vida que solo los gallegos la entienden. Sin embargo, los que vamos allí de La Castilla Sedienta, nos gustaría entenderlo, digamos que allí la lluvia es arte. G X Cantalapiedra.