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PONTEDEUME: PENSANDO EN EL ÚLTIMO VIAJE...

PENSANDO EN EL ÚLTIMO VIAJE
Era el mes de octubre de 2018, aquel hombre nacido en La Profunda Galicia, donde toda su vida paso trabajando, y siendo residente en Pontedeume. Notó como las fuerzas se le mermaban, y apenas era capaz de poder levantarse de la cama, pero aquel domingo de Octubre, intento hacer el último viaje en vida, a la iglesia de Santiago, que es la principal de Pontedeume. En su mente él notaba la hora de su final, y presintiendo que su camino se terminaba, se fue a escuchar misa y despedirse de lo terrenal, al salir de la iglesia le esperaba el nieto mayor, que con su coche le llevaría hasta su vivienda habitual. El anciano aquel cargado de melancolía, recorrió aquel itinerario, mirando como si fuera a dejarlo huérfano, sabia y sentía, que la muerte le estaba esperando, no quería pasar desapercibido de dicho recorrido, que tantas veces él había llevado a recorrerlo. El regreso a su casa se hizo sin prisa, con tan solo fijarse en aquel valle que toda su vida le acompaño, donde de joven conoció a una mujer, con la que formaría su familia y sus ilusiones. Al entrar en su casa, sollozo diciendo, que pocos días me quedan de vida, este otoño con la caída de la hoja me iré. Esta salud mía está quebrada, y tan solo me queda esperar el último viaje. Sin apenas tener fuerza, y tratándose de hacerse el fuerte, paso aquellos días del final de su vida, dejando a sus nietos y demás familia, frases en gallego y castellano, que quedarían para siempre en su memoria, Aquel hombre les explico su juventud, sobre aquellas tierras, sus esfuerzos para salir adelante, en aquellos años de racionamiento y hambruna, y las sensaciones de verse marchar a otras tierras a muchos amigos de su niñez e infancia. Su semblante demacrado, daba paso a su fatal agonía, el maldito cáncer no le perdonaba, y aunque siendo un hombre con más de 90, años, donde la cedulas vivas no tienen ninguna prisa en reproducirse, siempre terminan con el ser humano, aunque el enfermo trate de hacerle frente. La caída de las hojas, era el final de camino, las pocas fuerzas presentes, le ayudaron a entender el final de su destino, y tan solo el compromiso de sus amigos y vecinos, de acompañarle hasta su última morada. El nieto mayor comentaba a su hermanos y primos, el abuelo se confesó conmigo, en el viaje de la iglesia y luego en el retorno, explicándome aquel día, donde quiso despedirse de los paisajes de su vida, siendo un testamento de compromiso con su tierra, a la que nunca la tuvo en el olvido. Y le recordó que la vida le había dado lo principal, el amor a su esposa y familia, y el respeto a todos sus vecinos y paisanos, y se marchaba de este mundo, sin problemas mentales de nada, y sin tener enemigos que el supiera. Aquellas palabras recordadas por su nieto mayor, se quedaron clavadas en los cerebros de primos y hermanos, fue como si se llenaran de ser buenas personas, que es lo que él abuelo deseaba en el futuro, con estas frases que nadie les borraría jamás. “El mejor negocio en esta vida, es ser buena persona”.
G X Cantalapiedra