En 1816, el emperador de los franceses, Napoleón Bonaparte, reconocía que antes de ser informado de las hazañas en el campo de batalla de algún oficial propuesto para mayores responsabilidades, preguntaba;" Pero, ¿tiene suerte?". Este azar tantas veces nombrado, ese azar del que los antiguos hacían un dios, que nos sorprende todos los días, que nos emociona a cada instante; ese azar, después de todo, nos parece tan singular, tan extraño y tan tan extraordinario porque ignoramos las causas secretas y las naturales que lo conducen, y basta con esta combinación oculta para crear lo maravilloso y llenarlo todo de misterios.