TORTUOSAS
CALLES
Puertas de roble, doble hoja; portillos de día abiertos, de
noche, con cancela ¡Atranca la
puerta! Decían. Quedaba el
patio sellado, tras la puerta, un listón de madera u trozo de rama gruesa, un mal palo elegido que descansaba en sendas oquedades; enyugado el paso
nocturno queda firme el descanso. La llave nunca se echaba, de no ser muy larga la ausencia; a quien venía en deshora, permitía el vacío, llegar donde ésta quisiera. Pues no hallaría gran motín, ni si quiera en la despensa.
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