Si la democracia fuese, de hecho, lo que con auténtica o fingida ingenuidad seguimos diciendo que es, el gobierno del
pueblo por el pueblo y para el pueblo, cualquier debate sobre la cuestión del poder carecería de sentido, puesto que, residiendo el poder en el pueblo, es al pueblo a quien le compete su administración, y, siendo el pueblo el que administra el poder, está claro que solo lo hará en su propio beneficio y para su propia
felicidad. Es la propia y concreta situación del mundo llamado democrático
... (ver texto completo)