Hola, Gori, te recuerdo bien peinado y con la raya bien hecha, y un flequillo simpático que no sestaba quieto ni pa dios. Te recuerdo, no sé por por qué, siempre al lado de Cicuéndez, de don Eduardo Cicuéndez y su silbato de acero: " ¡A vestirse!", decía éste cuando nos poníamos aquellos horribles pantalones azules. Te recuerdo al lado del gimnasio del "Pedro de Valdivia", donde -siempre lo cuento- vi anclar la primera cesta de baloncesto de mi vida: estaba Cicuéndez, tú y dos albañiles: y yo mirando ... (ver texto completo)