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ALMENDRAL: Patrón, ¿cómo te las arreglaste para llegar desde el...

Patrón, ¿cómo te las arreglaste para llegar desde el centro de las Galias hasta la confluencia de los arroyos Romedero y Tardamasa? Además de constructor de casas dedicadas a tu Dios, ¿también fuiste hacedor de carreteras? ¿Por donde pasaste la barrera pirináica? ¿Hiciste casas en Galleecia virando luego hacia el sur guiado por señales que ahora no nos es posible descifrar? ¿Qué transportabas en la carreta además de tu sapiencia? ¿Era telúrico este asentamiento o lo viste lo bastante fértil como para levantar un hogar?
Sea como sea ahí estás, como la fuente del concejo, viendo como pasa el tiempo aunque esté tan desarreglada y cochambrosa.
El otro día en la verbena te invocaron unos señores para decirle al personal, que habían estado en tu pueblo natal- ya sabes, la imperial ciudad- donde, habían ido gente de la vecindad cantando a coro eso de “ qué buenos que son...., que nos llevan de excursión”. Creo que para acompañar en la lección final a otro hijo de la población, pero..., con tantas cosas risueñas, se les olvidó (¿olvido o alto secreto de estado celosamente guardado) decir que más tarde y ya con la luz del sol, al medio día, que Manolo, medio monje medio soldado, iba a ser homenajeado en su pueblo poniéndole su nombre a lo que algún día será una calle. Y es que eso no era trascendente, la excursión sí. Porque total, él, sólo cumplió con su deber de protector y guardián dando hasta la vida, que la dió, sin pensar en nada más que en aquel infierno de tóxico, humo y llamas, había personas que no merecían morir abrasadas. Si, ya te digo, que acabe felizmente sus estudios un señor y que sea felicitado por amigos y familiares, me parece bien, pero..., ¿tú crees que tu maestro Benedicto, o tú mismo sin ir más allá, no le habríais dado más relieve e importancia a una acción tan desinteresada? El caso es, que llegado el momento esperado por su viuda, hijo, hermanos, madre, algunos amigos que se enteraron gracias a radio macuto y demás familiares, (quince o veinte más o menos), vestidos y penetrados de la dignidad que requería la ocasión, se presenta precipitadamente un señor con camisa roja, que se abre de piernas, guarda en el bolso izquierdo de su pantalón la chova, sostiene un papel arrugado en la diestra y lee algo.
Menos mal que la entereza del espigado muchacho y la formalidad y contención de los demás, no hizo añicos el acto.
Espero que algún día, hasta la Fuente Chica eche agua y con su susurro os anime a los dos donde quiera que ahora viváis.
Por cierto, no vi por allí a nadie de los que suelen darte un paseo por el poblado en la onomástica de tu muerte, ni a ninguno de esos que por amar tanto a España, siempre la están defendiendo desde la comodidad de la retaguardia.
Salud.