ALMENDRAL: MAÑANA, SI ME ENTERO DE ALGO MÁS, OS LO CUENTO...

MAÑANA, SI ME ENTERO DE ALGO MÁS, OS LO CUENTO

Peces, debe haber de muchas clases por los mares, charcos y charcas y regatos y ríos de esta esfera celeste a la que llamamos mundo y en el que caben tantos y tan variados que, por caber quepo hasta yo y un señor de Almendral en la provincia de Badajoz, que es caciquillo local con aires de mafioso italiano y del que se presume, según los residentes en el muncipio, que maneja todos los hilos ocultos que mueven los resortes que abren las puertas a los dineros que dan prestancia y bienestar a algunos agraciados con la suerte de su amistad. Pero yo no quería hablar hoy del pueblo donde nací ni de sus personas o circunstancias, porque mi intención era plasmar aquí el rumor que agita la llama de las cortas luces del tarro con el que me dotó la diosa Natura y que se apagan a medida que pasan los días. Pero como ya he escrito toda esta parrafada, no estaría mal que recordara que, cuando chico, iba a jugar al Ejido de Thovar (el Lejio) con una pelota artesanal hecha con trapos y tiras de goma sacadas de las cámaras viejas de las bicis. Allí, entre los eucaliptos, no pegamos cada panzá de jugar al futbol que acabábamos reventaos. Luego, nos íbamos a descansar o a refugiarnos de el agua si llovía, a la sombra de la visera del tejado del edificio que el entonces Servicio Nacional del Trigo, hacía poco tiempo que había levantado en aquellos terrenos públicos. Bueno, eso los días normales porque, si se había muerto un burro o un mulo, también lo llevaban allí para que se lo comieran los buitres y, nosotros, nos entreteníamos viendo cómo se lo zampaban y las dificultades que tenían para levantar el vuelo una vez jartos. El caso es, que luego, donde estaba el bar del Cojo, al límite entre el Lejio y el Altozano donde paraban los coches de línea, hicieron un edificio más grande y ahora es el mejor bar con servicio de restauración del pueblo y detrás, pusieron una gasolinera. Quien conoció aquellos tiempos de que hablo, si ve ahora cómo está aquello, verá que, al edificio del Servicio Nacional del Trigo se le ha adosado otro al que llaman polideportivo, y que el nuevo edificio donde estaba el bar del Cojo, la gasolinera y el terreno que ocupaba aquella alameda de eucaliptos entre los que jugámos a la pelota y que está vallado y alisado se le denomina con el pomposo nombre de campo de fútbol aunque, a mi parecer según estaba este verano pasado, es más un almacén de materiales de desechos de la construcción municipal que eso y que; instalaciones y edificaciones forman un todo, una especie de conjunto o polo de desarrollo levantado al parecer con el esfuerzo personal de personas muy inteligentes (o aprovechadas, ¿quién sabe?). En estos momentos, ignoro el uso que le dan al interior de lo que fue un silo para almacenar trigo, pero, es de suponer, que el amo de todo aquello, le de un uso particular, como su dios manda.

Pero empecé hablando de peces, sin barbas pero de peces. Y es porque me ha llamado la atención que a uno pero con barba y dos patas, uno de los padres de la Constitución vigente, se le haya ido la olla de esa manera, hasta el punto, de soltar durante la celebración del X Congreso de la Abogacía que se está celebrando en Cádiz que, estos siglos atrás, cuando se debatía la creación de la nación española, los ponentes tuvieron que elegir entre quedarse con Catalunya o con Portugal y que, eligieron quedarse con Catalunya, pero que esta elección fue mala porque sólo ha traído problemas, por lo que hubiera sido mejor, quedarse con Portugal y sus portugueses dentro.

Dicho esto, de la sala repleta de abogados, se pusieron de píe y se marcharon unos cuarenta, que salieron liderados por los catalanes. Entonces, Peces, dijo: "continuaré cuando salgan los que tengan que salir", cuyo doble sentido fue interpretado por el resto de los asistentes con un gran aplauso. Y es que, ya puesto a ser socarrón, tendría que haber añadido “viva las caenas” o, cantar “Els Segadors” y dar vivas a Olivares aparte de tirar unas cuantas bombas más sobre Barcelona, total, no va de una vez más o menos.

Y es que, por lo que se ve, esta cosas dan votos en el resto de España. Aquí no las dirían, claro, no son tontines no, no obstantes, en estos foretes se dice de todo. Por ejemplo, uno que pasa por pertenecer al reducido grupo de esos españoles que nos llevarán a degustar los placenteros néctares del Valle de Josefá si no dejamos guiar por ellos, decía emulando a un sargento de los municipales de los tiempos de la posguerra, en los alrededores de la estación de Francia en Barcelona, de mal nombre “el Picao”, porque además de sanguinario tenía la cara picá, supongo que de viruelas, que, aquí, a los que son así como el Piri o como yo, que no nos pueden ni ver, y que nos iban a repatriar en un tren de tablas y con la misma maleta de tablas atada con cuerdas que trajimos cuando vinimos. Este tal Picao, a los gallegos, andaluces y extremeños que por entonces llegaban a la ciudad de los condes reyes en los trenes carretas y, en especial, a los que llegaban en “el sevillano”, a los que les tenía más tirria, los montaba de nuevo y los enviaba de regreso a su tierra. Por eso, los avisados, avisaban a los demás y, se tiraban en marcha (se podía hacer) antes de llegar a la estación o en los pueblos cercanos y, andando, se llegaban hasta los barrios de chavolas de Montjuich o la Perona. 
Es tristemente famoso el tipo en cuestión, pero sólo entre aquellos que lo sufrieron en sus propias carnes. Entre los profesores de Institutos regentados por jesuitas o marianistas no, eso es evidente.

Salud y República


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