Mi pluma está ausente de lejanas vanidades, de trozos metidos en sacos rotos y descosidos alborotos, de cantos de sirena, mi pluma como la del duende bebe a diario de su fuente y escribe a contra corriente.
Hay mentes resquebrajadas en la lucha por la incomprensión, timbales que tocan a furores literarios y nosotros soportando éste sofocante calor que despide el verano.
Tú cómo yo, o yo cómo tú, padeciendo sin remordimiento ambos las notas de viejos seudónimos marcados por daños colaterales que dejan sembrado el foro de malos auspicios.
Unos hacen de quijote por la lucha de lo vano ante el grano que no admite a la plebe, otros por ser más amante del rock que de la opera le llueven los palos.
También los hay que pasan de las candelas a las letras, los que prefieren alardear para luego aparentar falsa vanidad, de pagar a comprar para luego vender al mejor postor, de reír a llorar cuando se trata de Almendral ¡! Si, duende los hay de todos ¡!
Pero ante todo y quizás por todo, travieso y maquiavélico duendecillo, mi mente como tu musa, discurre por caminos y fuentes, por posadas y fondas dónde nunca dormimos, por cosechas de taberna dónde nos dieron aprobar su vino, por pleitos que nunca fueron de los nuestros.
Esto y no el resuello es lo que hace de nuestro pueblo el teatro de mis sueños, con un cielo donde habitan las nubes blancas como sierras en movimiento.
Pueblos de calles estrechas y paredes anchas, de gente con su sobresaliente entre los dientes, de algunos esforzándose en ser más bajitos que Torrrebruno,
De aquellos que podemos vivir en un pedazo de rincón si lo compartimos entre mi pueblo y yo, los que con una mijina de carne esculpen a un hombre con alma, de duendes que te pueden enseñar que la amistad se hizo para regalar y no para incordiar al personal.
Fuente de cuatro chorros, moza de tus veneros con la rosa colora y tus faldas de vuelo, dime dónde puedo encontrar a ése enigmático duendecillo que escribe con letras de molde las cosas que se cuentan por los pasillos.
Duende amigo, amo y señor del atrio y de la fuente su gran vicario, corta de un plumazo la cizaña y los malos tratos de la gente que quiere vivir llenando de paja y polvo su rastro, escribe cómo sólo tú sabes hacerlo sobre aquellos que no quieren pleitos con los amos del calabozo.
El Chiribiri.
Hay mentes resquebrajadas en la lucha por la incomprensión, timbales que tocan a furores literarios y nosotros soportando éste sofocante calor que despide el verano.
Tú cómo yo, o yo cómo tú, padeciendo sin remordimiento ambos las notas de viejos seudónimos marcados por daños colaterales que dejan sembrado el foro de malos auspicios.
Unos hacen de quijote por la lucha de lo vano ante el grano que no admite a la plebe, otros por ser más amante del rock que de la opera le llueven los palos.
También los hay que pasan de las candelas a las letras, los que prefieren alardear para luego aparentar falsa vanidad, de pagar a comprar para luego vender al mejor postor, de reír a llorar cuando se trata de Almendral ¡! Si, duende los hay de todos ¡!
Pero ante todo y quizás por todo, travieso y maquiavélico duendecillo, mi mente como tu musa, discurre por caminos y fuentes, por posadas y fondas dónde nunca dormimos, por cosechas de taberna dónde nos dieron aprobar su vino, por pleitos que nunca fueron de los nuestros.
Esto y no el resuello es lo que hace de nuestro pueblo el teatro de mis sueños, con un cielo donde habitan las nubes blancas como sierras en movimiento.
Pueblos de calles estrechas y paredes anchas, de gente con su sobresaliente entre los dientes, de algunos esforzándose en ser más bajitos que Torrrebruno,
De aquellos que podemos vivir en un pedazo de rincón si lo compartimos entre mi pueblo y yo, los que con una mijina de carne esculpen a un hombre con alma, de duendes que te pueden enseñar que la amistad se hizo para regalar y no para incordiar al personal.
Fuente de cuatro chorros, moza de tus veneros con la rosa colora y tus faldas de vuelo, dime dónde puedo encontrar a ése enigmático duendecillo que escribe con letras de molde las cosas que se cuentan por los pasillos.
Duende amigo, amo y señor del atrio y de la fuente su gran vicario, corta de un plumazo la cizaña y los malos tratos de la gente que quiere vivir llenando de paja y polvo su rastro, escribe cómo sólo tú sabes hacerlo sobre aquellos que no quieren pleitos con los amos del calabozo.
El Chiribiri.