Como estamos en vísperas de elecciones locales y comunales en algunos lugares, emplazaron al fantasmón para que participara como interventor en una mesa de una de sus múltiples residencias. Por eso se desplazó hasta la ciudad de los condes reyes para arreglar lo del papeleo. Ya allí, contactó con el lobo marino, comprobando que estaba curado de los suyo y del resfriado posterior al remojón y, por el telefonino, citaron a Robespierre y a Pepiño, otro lobo, pero este de breñas y jarales, juntándose tripartito e invitado, que resultó ser vizcaíno, en ese cruce imposible de Paralelo y Diagonal.
Para celebrar la efeméride, los lobos hicieron presa en unas muchachas procedentes de Draculandia y, todos juntos y en tropel, bajaron hasta donde Cristóbal señala con su tieso dedo el ancho mar, levaron ancla de La Golondrina ya atiborrada de nipones con presto flash, bien provistos de líquidos espirituosos, poniendo rumbo a Lloret de Mar.
En la cubierta inferior se organizó el despiporre general, al que los japos se sumaron con alegría y fruición mientras que la nao se deslizaba por la cresta de las olas con extraña suavidad.
La sorpresa llegó al arribar a las gruesas arenas de la villa señorial, pues el mandamás, desde su castillo, por medio de sus guindillas les impedía desembarcar, alegando, que la veda beodíl no se abría hasta mediados de abril.
Una nipona que dijo ser geisha y entender las señales de la mar, hizo señas con banderolas y, fue tan grande su capacidad de persuasión, tan concluyentes sus razones, que desembarcamos todos, partiendo ella y dos amigas cuesta arriba hasta el castillo, para rendir pleitesía y cumplimentar lo apalabrado.
Hasta el alba siguió la jarana y, ya despuntando el día, embarcaron todos juntos cantando Asturias patria querida.
Los lobos en el timón, sosteniéndolo y sosteniéndose consiguieron fijar rumbo hasta encarar la bocana y amarrar con dificultad la Golondrina que, rebelde, no se dejaba manejar.
Así acabó la función, unos por aquí y otros por allá, el vizcaíno roncando en su litera y el tripartito en un SP que los repartió por sus provisionales dormitorios cuando el sol estaba casi en cenit.
Cuando el duende despertó, ignoraba el día y la hora, se tomó un optalidón y saltando de cima en cima, se llegó hasta el almendral. Con los labios muy resecos y la punta de los dedos mando un beso a la moza de la fuente y se coló por las rendijas hasta llegar a la oscuridad de su cubil, en el soterraño de la de Magdala. Donde aún duerme, a pesar de las tapias.
Salud.
... (ver texto completo)