El Europarlamento ha dictado la ya conocida con el nombre de “Directiva de la vergüenza”. Esta, es un suma y sigue de la de las sesenta y cinco horas semanales. Dicen que es para controlar a los inmigrantes extracomunitarios que no tengan todos los papeles que hay que tener para poder trabajar por aquí. Por lo que se ve, quieren controlar al inmigrante primero, metiendole miedo y luego encerrándole en una cárcel a la que eufemísticamente llaman “Centro de Internamiento”. Aplicándole la pena de año y medio de cárcel por haber cometido la osadía de venir a trabajar a la cristiana Europa.
Lo que decía Don Antonio, “americanito que a Europa vas, te guarde Dios, una de las dos ha de helarte el corazón”. Y es que un año y medio en la gayola, o en el limbo ese que dicen ahora que no existe, pero que debe ser lo mismo que Abú Graib en Irak o el Guantánamo cubano, o sea, un infierno, máxime, cuando la víctima es consciente que ha dejado atrás una familia famélica con la boca abierta esperando el maná.
Pero es el caso hiriente, que de la mitad de los parlamentarios socialistas que han votado afirmativamente este nuevo disparate, muchos son de ese talante pícaro y seductor de lo que solo puede ser socialismo de boquilla, de ese que está dispuesto (conyunturalmente claro), a mudar de americana según los cálculos de su grupo. Que lo hagan los otros, es lo natural, pero no se puede ir por el mundo defendiendo la firmeza de las ideas y la flexibilidad en las formas, mientras se presta apoyo a barrabasadas así. Como nunca han tenido que emigrar, igual se creen que los que lo hacen es porque les gusta ese deporte de riesgo y que es sólo por molestar a los retroprogres de panza redonda que tenemos por estos pagos, así que todos votan que sí, como si hubiesen recibido la consigna de alinearse con la carcundia de siempre. Menos los catalanes, que dijeron que nones.
Debe ser que cuando manda la disciplina y no hay ideas, solo queda el cálculo y siempre pierden las personas, así, mocita, que nosotros esta noche vamos ha encender candelas en Monsalud y el Porrino, como hace ya tanto tiempo haciamos, y jugaremos con el fuego y los tizones y pisaremos con fuerza las brasas mientras entonamos en astur-galaico-leonés las antiguas salmodias. A ver si hay un poco de suerte y a estos zoquetes les entra la luz algún día, esa luz de la que se habla en el himno de las Andalucías.
Salud.
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