La hermosa y risueña Huerta, por desgracia, hoy sólo está en la memoria de aquellos que la conocimos o crecimos en ella. Paradójicamente, la Huerta dió la vida a Murcia, a Beniaján y al rosario de pueblos que salpican el Valle... Pero hoy, en vil agradecimiento, se la hemos quitado a ella. La Huerta no muere, la Huerta ya está muerta, desde hace años, tras paceder la más implacable de las enfermedades: la avaricia humana.
Un día, quizá no muy tarde, el Padre Segura despertará de su letargo y vengará la muerte de su tan preciada hija, la Huerta, mostrando nuevamente sus siniestras y devastadoras fauces de lodo. Cubrirá de violentas aguas la vega, de sierra a sierra, para no dejar rastro de aquello que acabó en unas décadas con toda su labor de siglos. Y al salir el sol, entre esqueletos de cemento y para asombro de los hombres, resurgirá del barro nuevamente una vida verde. Será, por suerte o por desgracia, para unos y para otros, la resignada vuelta a empezar que todos nos hemos ganado a pulso...
Un día, quizá no muy tarde, el Padre Segura despertará de su letargo y vengará la muerte de su tan preciada hija, la Huerta, mostrando nuevamente sus siniestras y devastadoras fauces de lodo. Cubrirá de violentas aguas la vega, de sierra a sierra, para no dejar rastro de aquello que acabó en unas décadas con toda su labor de siglos. Y al salir el sol, entre esqueletos de cemento y para asombro de los hombres, resurgirá del barro nuevamente una vida verde. Será, por suerte o por desgracia, para unos y para otros, la resignada vuelta a empezar que todos nos hemos ganado a pulso...