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PRADENA DEL RINCON: Rodeando la dehesa boyal. El inicio de este recorrido...

Rodeando la dehesa boyal.

El inicio de este recorrido lo encontramos junto al depósito de agua del pueblo, de donde parte un camino a la derecha de la Carretera a la Puebla M-130 (baliza noº1).

Discurre éste por una calleja, entre robles y frondosos fresnos, que poco después inicia una suave bajada, donde podemos distinguir las huellas del paso de las carretas horadadas en la roca. Al final del descenso encontraremos el puente de hormigón que cruza el arroyo del Pozo.

En este punto (baliza noº2) tomamos el camino que atraviesa los "Prados Puente Linares" junto a unas ruinas de majadas a nuestra derecha.

La ruta se encamina ladera arriba, por un ramal que comunica con la Cañada de las Merinas (llamado el Camino de las Majadillas). Los melojos; entre los linares sombrean este recorrido, marcan los linderos y forman setos vivos.

Después de rodear un terreno vallado, llegamos a una zona despejada; al fondo de ésta distinguimos un bosquete de pinos repoblados. Seguimos la senda dejando el pinar a nuestra izquierda, hasta llegar a la Dehesa Boyal de Prádena, a la que entramos cruzando la valla de piedra.

Esta zona de la dehesa está poblada por un denso matorral de rebollos y arces (algunos de un buen porte) muy ramoneados por el ganado. En primavera podremos encontrar estas praderas salpicadas de vistosas peonías que proporcionan un purpúreo colorido.

Continuamos descendiendo por la loma del arroyo de la Cabaña y, sin dejar el camino principal, llegamos a un zarzo que nos mete de lleno en un cordel de la cañada. En este lugar se localiza un "descansadero", donde los pastores aprovechaban para que el ganado repusiese fuerzas y pastar unos días, antes de continuar su camino hacia Extremadura o su vuelta hacia la Sierra.

Parece ser que a los pastores de los pueblos de Guadalajara se les invitaba a pasar alguna noche en el pueblo y aprovechaban para "redear" al ganado con redes móviles, y así, aportar abono a algunos terrenos de cultivo.

Desde este punto podemos distinguir la transición entre el rebollar y el monte de encinas (menos exigente en humedad) valle abajo, sobre laderas pedregosas. Después de cruzar el arroyo del Pozo con algún sauce y fresnos, llegamos a otro zarzo. Abandonando la vía pecuaria subiremos por un abrupto y erosionado camino hasta la carretera que nos conducirá de vuelta al pueblo.