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PRADENA DEL RINCON (Madrid)

Curándose

Transcurrido un mes aproximadamente, es el momento de "echar en olla". Así nos lo contaron : "Se descolgaban del techo de la cocina las vueltas de chorizo y güeña, los lomos y costillares que habían permanecido, después de adobados, durante aproximadamente tres semanas al oreo del humo y el calor de la lumbre, habían mantenido encendido el fuego desde el alba a la trasnochada para ayudar a curar estos productos de la mantanza. Se cortaban los chorizos en tallos ni grandes ni pequeños, pero cumplidos, los lomos en trozos y las costillas troceadas de a dos huesos. En una caldera de cobre colgada del llar se habría puesto a hervir aceite de oliva con unas rebanadas de pan para "matar el gusto". Por ella pasarían, apenas un momento, los trozos del adobo para quedar después depositados, bien cubiertos de aceite, en las grandes ollas de barro y estas en el arcón de la despensa o fresquera…. Parte importante de las reservas alimenticias de la casa, el adobo era la base de almuerzos, meriendas y "llevar al campo" en las largas jornadas del verano, época en que se realizaban las labores del campo más duras… Era habitual que llegaran las reservas hasta la próxima matanza y a finales de agosto, o primeros de septiembre, . ... (ver texto completo)
Despues de enchorizarlos se les cuelga en unos varales , para que el frío y las heladas de los meses de inviero , los vayan secando y curando y despues se meten en ollas de aceite y se conservan tiernos y frescos , co0mo el primer día.
Con la buena pinta que se les ve , tienen que saber a "gloria"...