UN DIA VISPERAS DE NAVIDAD, EN MADRID
Aquel día de hace 20, años, en las vísperas de las navidades, un taxista recogía a un viajero en la Calle de Atocha, cerca de la Glorieta de Carlos V, el viajero le comunico al taxista que le llevara hasta el Viaducto, cosa que al taxista le escamo, preguntándole por tan raro viaje, el viajero exclamo, “Estoy arto de esta vida, no tengo aprecio a nada, solo tengo decepciones y manipulaciones, que me están amargando mi forma de vivir”, El taxista notó que aquel viaje era para llegar al final de su propia vida, y convenciendo aquel viajero, el conductor pensó, “No seré yo quien te lleve hasta dicho lugar, antes te emborracharé”, como así lo hizo, le metió en las calles del Centro y aparco su TAXI en un rincón del Centro donde es peatonal, y allí comieron calamares, bebieron coñac, y anís que parece que le gustaba al viajero, y cuando los dos estaban colocados de alcohol, el taxista tuvo la valentía de subir a otro TAXI, que les llevaría hasta donde el viajero vivía, e incluso le ayudo a subir a su domicilio para dejarle tranquilo y borracho a tope, El Taxista esperó que el alcohol le fuera bajando para poder coger su TAXI, y seguir trabajando honradamente, aunque este hombre del servicio público del TAXI, comentaba al día siguiente, Ayer hice la mejor carrera de todo mi oficio, salvé a un viajero del suicidio, y le hice el cargo de que la vida es maravillosa, y que donde crece un cardo al lado crece una rosa, que pudiera ser admirada y preciosa. El hombre se sintió acompañado y debió de pensar que todavía quedan personas buenas que te pueden acompañar, sin dejarte llegar al abismo, en los momentos confusos de la vida. Estas grandes ciudades como es Madrid, conocen muchas más soledades que cualquier otro lugar, y se nota incluso entre los vecinos que apenas conocemos, que no sabemos si viven o mueren, solo si te encuentras con otro vecino en el ascensor y te lo comunican.
G X Cantalapiedra.
Aquel día de hace 20, años, en las vísperas de las navidades, un taxista recogía a un viajero en la Calle de Atocha, cerca de la Glorieta de Carlos V, el viajero le comunico al taxista que le llevara hasta el Viaducto, cosa que al taxista le escamo, preguntándole por tan raro viaje, el viajero exclamo, “Estoy arto de esta vida, no tengo aprecio a nada, solo tengo decepciones y manipulaciones, que me están amargando mi forma de vivir”, El taxista notó que aquel viaje era para llegar al final de su propia vida, y convenciendo aquel viajero, el conductor pensó, “No seré yo quien te lleve hasta dicho lugar, antes te emborracharé”, como así lo hizo, le metió en las calles del Centro y aparco su TAXI en un rincón del Centro donde es peatonal, y allí comieron calamares, bebieron coñac, y anís que parece que le gustaba al viajero, y cuando los dos estaban colocados de alcohol, el taxista tuvo la valentía de subir a otro TAXI, que les llevaría hasta donde el viajero vivía, e incluso le ayudo a subir a su domicilio para dejarle tranquilo y borracho a tope, El Taxista esperó que el alcohol le fuera bajando para poder coger su TAXI, y seguir trabajando honradamente, aunque este hombre del servicio público del TAXI, comentaba al día siguiente, Ayer hice la mejor carrera de todo mi oficio, salvé a un viajero del suicidio, y le hice el cargo de que la vida es maravillosa, y que donde crece un cardo al lado crece una rosa, que pudiera ser admirada y preciosa. El hombre se sintió acompañado y debió de pensar que todavía quedan personas buenas que te pueden acompañar, sin dejarte llegar al abismo, en los momentos confusos de la vida. Estas grandes ciudades como es Madrid, conocen muchas más soledades que cualquier otro lugar, y se nota incluso entre los vecinos que apenas conocemos, que no sabemos si viven o mueren, solo si te encuentras con otro vecino en el ascensor y te lo comunican.
G X Cantalapiedra.