MADRID: Lo que comunica mi amigo...

Lo que comunica mi amigo
Abel Veiga
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El partido está revuelto. Hay ganas. Demasiadas. El gobierno es un globo en caída libre que pierde gas. Suelta lastre, para amortiguar los tiempos. Frivolidades políticas. Mentiras y escenografías. La partitocracia ha secuestrado a la democracia, adormecido la crítica, la responsabilidad y la reflexión de una apática y atónita ciudadanía. Ahora sólo importa ya la sucesión. En Ferraz, también en San Telmo, Sevilla. El bastión andaluz, clientelar y caciquil amenaza ruina. La catarsis. Algo se rompe en el alma. Es un final, una crónica anunciada. El desastre. El declive se inició en el mismo momento en que se negaron en afrontar y reconocer la crisis. La debacle llegaría en mayo pasado cuando el presidente tuvo que rendirse a los dictados de Berlín y París. El final, tanto el suyo como el de la hegemonía socialista en los últimos años, el pasado sábado. El fin de su republicanismo cívico. En mes y medio elecciones locales y autonómicas en trece comunidades. Sólo Extremadura de la mano de Fernández Vara resistirá. El resto caerá, uno tras otro. Se acaban las frivolidades, también los mercadeos del poder. Este es un país demasiado corrupto. Hemos edificado un estado negocio, donde el poder es negocio, la política su vicario instrumental. Donde lo público y lo privado se diluyen en la vergüenza y la irresponsabilidad.
Y en estas andamos, volcada la oposición en pedir anticipo electoral y reorientar el guión de ataque al socialismo, cuando en Andalucía el fracaso de la sucesión de Chaves a favor de Griñán salta por los aires. Este último acaba de romper los puentes que le unían al virrey andaluz en los últimos veinte años. La ruptura es irreversible, pese a la escenificación y el discurso de unidad y restar importancia. El sistema se derrumba, ese sistema clientelar y caciquil que ha situado a Andalucía a la cola de la economía, de la productividad, pero en cabeza de desempleo, de subvenciones, de economía sumergida y de la vergüenza del Per o para agrícola que se cobra de por vida familias enteras que trabajan sin embargo en economía sumergida. Esa es la realidad del socialismo en Andalucía durante treinta años a expensa del erario público, de la prebenda y el despotismo administrativo. Y ahora, vacías las arcas públicas, y avizorando un horizonte de pérdida total del poder político y clientelar, la lucha cainita y taimada entre socialistas amenaza con estallar en una verdadera guerra. Tienen lo que se merecen, ayunos de autocrítica, de reflexión y de honestidad. El detonante fueron los tejemanejes de Chaves de cara a apartar a la alcaldía de Jerez a un candidata (reelección) avalada por Griñán. Éste no tardaría en tomar cartas en el asunto. Pero el presidente socialista y vicepresidente del gobierno a quién solo restan ya meses en Madrid no está dispuesto a que se mueva una brizna de aire en su virreinato perdido y huérfano. El cese de Pizarro, el consejero dimisionario u obligado a dimitir, era el último cordón umbilical entre Chaves y Griñán. Una afrenta en toda regla para aquél que no está dispuesto a perdonar ni olvidar. Ordenó el cese del delegado de la junta en Cádiz, hombre también de Chaves. El resto ya lo conocen ustedes. Es la lucha descarnada por el poder. Donde los ciudadanos se quedan al margen, meras marionetas en un vacío insensible de egos y vanidades.
El socialismo andaluz se fracciona. Se suicida incluso. Griñán no quiere tutelas, tampoco que se le relacione con un pasado al que además se investiga judicialmente por varios casos de corrupción. Las encuestas son terroríficas para los socialistas andaluces. Pero esta vez tanto el mérito como el demérito son solo suyos, imputables a ellos. Entre tanta frivolidad y mercadeo de prebendas y favores, empieza una guerra. Las sucesiones nunca son pacíficas y el hijo siempre mata al padre. El granero de votos socialista toca a su fin entre el silencio de una bacanal descomunal de intereses y cierto halo de corrupción. Pero señores, no se asusten, es la política, descarnada, pública, siquiera tímidamente real.