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Cuando Constantino I el Grande, emperador romano, legalizó a la religión cristiana en el año 313 mediante el Edicto de Milán y, en el 325 convocó el Primer Concilio de Nicea que dio legitimidad a esta religión en el mundo romano, quizá fuera porque había comprendido el mensaje de Jesús o, puede que sólo fuera por estrategia política. Sea por una causa u otra, la Iglesia Ortodoxa, lo venera como santo, y eso que se bautizó cuando ya le quedaban solo unos minutos para ir a engrosar el mundo de los muertos.

Hoy, agnósticos de todos los países, ciudades y aldeas o pagos, (pagano viene de pago, que quiere decir aldea, aunque ahora también es aplicable a los curritos que lo pagan todo, boatos y francachelas “inclós”, como dicen los de la república independiente de Vic, comarca de Osona, provincia de Barcelona, también conocida como “la ciudad de los santos,” que estos días está en el candelero por aquello del racismo y la xenofobia que avanza a paso galopante) se preguntan atónitos, si, cuando el emperador citado firmó el Edicto hubiese puesto una cláusula que obligara a los cristianos a seguir eligiendo a los obispos de una comunidad por el método popular, o sea, entre los mismos cristianos de ella, sin la intervención de otros poderes, quizá, no se hubiesen cometido las barbaridades y muertes que se han producido siempre, a causa de luchas intestinas para obtener el cargo, en estos últimos mil y pico de años.

Leo, que la diócesis de San Sebastián, Donosti, Sanse o como se diga en Heuskera, está algo más que convulsa, que se ha producido en ella una auténtica rebelión en el cuerpo eclesiástico y que José Ignacio Munilla, tiene un tremendo reto por delante si quiere llevar a buen puerto su idea de la maniobra.
De momento, al parecer, la mayoría del clero local y demás grupos sociales de este entorno, le están haciendo “el vacío” y, para un dirigente, si no halla colaboración, mal puede llevar a cabo los fines para los que ha sido nombrado.
Los vascos, son cabezones y tiene fijadas unas metas a las que no van a renunciar de la noche a la mañana y, para haber sido los últimos peninsulares que abrazaron el cristianismo, esas cosas se las toman muy a pecho.

Nosotros por aquí recia mocita recia, somos algo más laxos, casi relapsos y estamos más acostumbrados a que desde fuera, nos impongan toda clase de directrices, por eso, vemos estas cosas como muy lejanas, ajenas a nuestras costumbres; puede que eso sea debido a que fuimos conquistados y se nos impusieron unas creencias por la razón de la fuerza. A la fuerza ahorcan, claro, pero cuando ves u oyes estas cosas, te da que pensar.

Mauro, nuestro patrón, si el tiempo no lo impide y espero y deseo que no, saldrá el próximo día quince de su recogimiento habitual y, verá, con qué voraz apetito degustamos las ricas viandas en forma de carne asada o convertida en lomos que, (según las malas lenguas, desaparecen tras al matanza de ese simpático y nutritivo animal llamado guarro o cochino entre otras lindezas y, al que estos días, nosotros, vulgares sacos llenos de veneno al que se le ha puesto encima una cabeza rellena de corcha, estamos insultando al compararlo con personas y, puede, que mirando lo que se hace y dice, piense, que el tiempo pasa pero la joya, queda.

Salud.


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