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MADRID: Con cuatro decretos emanados el mismo día (12 de marzo...

Con cuatro decretos emanados el mismo día (12 de marzo de 1622), el Papa Gregorio XV canonizó a Ignacio de Loyola, a Teresa de ávila, a Francisco Javier, a Felipe Neri y a Isidro labrador. Habían llegado a la santidad por caminos muy distintos. Isidro se hizo santo labrando tierra. La pobreza de la familia (nació en Madrid hacia el año 1080) lo había obligado a buscar trabajo en el campo desde muy joven. Madrid, por aquellos tiempos no dejaba de ser un pueblo agrícola; la capital hispánica, por decirlo así, era Toledo



Como muchos campesinos de su tiempo, se levantaba a la madrugada para poder asistir a la Santa Misa antes de ir a trabajar. Su primer patrón, un tal Vera, lo apreció inmediatamente por su deseo de trabajar y por su rectitud y honestidad. A pesar de eso este infatigable trabajador fue acusado por sus compañeros nada menos que por “ausentismo”. Por apartarse a rezar, decían sus compañeros envidiosos: “Isidro abandona su puesto de trabajo.” Era cierto, pero el joven recuperaba esa hora que pasaba alabando a Dios trabajando con más empeño.

Entonces el patrón le exigió que entregara toda la cosecha del campo que le había confiado y que abandonara las prácticas de piedad durante el tiempo de trabajo. Dios premió la paciencia del humilde labrador, multiplicando el poco trigo que le había quedado en el granero. Cuando pudo regresar a su barrio madrileño, después de la forzosa emigración, lo contrató un hacendado más comprensivo, Juan Vargas, que lo hizo su brazo derecho.



Pero nuevamente fue víctima de la envidia de los otros trabajadores. Sin embargo, Isidro aceptó serenamente la prueba sin protestar. Vargas quiso darse cuenta personalmente y se escondió cerca del campo en donde trabajaba Isidro. En efecto, lo sorprendió arrodillado rezando, pero también vio a un ángel que manejaba el arado y a otro que guiaba a los bueyes. Desde ese día, como bien se puede comprender, la estimación se convirtió en devoción. Ayudado por la piadosa esposa, en una noble competencia de caridad para con el prójimo, Isidro no sacó ninguna ventaja personal de la benevolencia de su patrón: siguió trabajando la tierra con todo empeño, y repartía con los pobres los bienes materiales que ganaba con el sudor de su frente.

Siempre tenía algo para dar a los necesitados, aun a los pájaros, a los que les iba dejando por el camino trigo, sin que este disminuyera. Murió hacia el año 1130. San Isidro es por excelencia el patrón de los campesinos, es el santo a quienes muchos acuden para que llueva y los madrileños le tienen un especial aprecio porque es su patrón. Su nombre completo era el de Isidro de Merlo y Quintana.



En este apartado de "prodigios" no podríamos dejar de lado una curación atribuida a San Isidro y que le valió la beatificación. En tiempos del rey Felipe III (1578-1621) habiendo caído gravísimamente enfermo, a su regreso de Lisboa, en Casarrubios del Monte (Toledo), le fue llevado el cuerpo de San Isidro hasta su estancia real, y el monarca sanó milagrosamente. El rey se convirtió en el más celoso promotor de su canonización que, aunque se demoró, fue una verdadera apoteosis.



La beatificación tuvo lugar el 14 de abril de 1619, y tres años más tarde, el 12 de marzo de 1622, el Papa Gregorio XV lo canonizaría.

ORACIóN: “Glorioso San Isidro, tu vida fue un ejemplo de humildad y sencillez, de trabajo y oración; enséñanos a compartir el pan de cada día con nuestros hermanos los hombres, y haz que el trabajo de nuestras manos humanice nuestro mundo y sea al mismo tiempo plegaria de alabanza al nombre de Dios. Como tú queremos acudir confiadamente a la bondad de Dios y ver su mano providente en nuestras vidas. Te lo pedimos por NSJ.”. Amén.