El Humilladero de la
calle de
Fuencarral.
Cuántas veces habrás paseado por la calle de Fuencarral, y a la altura del número 44,
esquina a Augusto Figueroa, has visto este singular lugar y nunca te preguntaste qué era.
Pues es la
Capilla de Nuestra Señora de la Soledad, aunque más conocida como el Antiguo Humilladero de la calle Fuencarral.
A comienzos del siglo XVI, antes de que Felipe II estableciera a
Madrid como la capital de
España, esta zona estaba formada por bosques surcados por arroyos.
Hoy día, esta pequeña capilla, cuyo origen se pierde en la
noche de los tiempos, está en pleno centro comercial madrileño, y con sus apenas 35 metros cuadrados, resiste a la especulación desde hace siglos, cuando simplemente era el
Camino de Fuencarral.
Según la antigua
tradición, los Humilladeros estaban situados en las salidas de los
pueblos y ciudades, en los que la gente que emprendía un viaje podía pararse a rezar o hacer una ofrenda para pedir protección. Eran pequeñas capillitas levantadas sobre unos pilares y simplemente cubiertas con un techo. En el interior solía haber una
cruz con la imagen de
Cristo, la
virgen o algún
santo. Y los fieles y caminantes que allí acudían se inclinaban o arrodillaban en
señal de humildad ante el devoto lugar mientras oraban.
Este solar y la capilla pertenecieron siempre a miembros de la nobleza, que fueron trasmitiéndolos a sus herederos a lo largo de muchas generaciones.
En 1947, su propietaria, doña María Luisa Maldonado Marquesa viuda de Torneros decidió hacer testamento y expresó su voluntad de que la Capilla-oratorio pasase a la
Parroquia de
San Ildefonso. A su fallecimiento, pasa la propiedad a la Parroquia de San Ildefonso, aunque actualmente se encarga de su cuidado la
iglesia de San Antón.
El Humilladero de Nuestra Señora de la Soledad, sigue en su sitio de antaño, y desde que la iglesia de San Antón lo tiene a su cargo está abierto al público.