La echa de menos, cada día, a todas horas. Cuando despierto y cuando voy a dormir. Su voz, su mirada, sus manos...La dejé marchar porque sólo así vendría a mi con el corazón abierto, pero duele cada día de ausencia y de incertidumbre. Duele ir perdiendo poco a poco la esperanza. He rezado tu novena, y la continuaré rezando. Te ofrezco por tu atención y el amor que sé que me mandas, apadrinar un niño, tan cercana a ellos como estás y estuviste. Si puedes ayudarme, madre, haz que venga a mi, no porque la necesite, sino simplemente porque la quiero de veras y porque quiero ser y hacerla feliz cada día de mi vida. Gracias. Alabado sea Jesús.