CUENTO
Se estrenó Agosto con una mañana luminosa.
Los propietarios y veraneantes del Pimpollar acudieron a la convocatoria propuesta por la junta de gobierno, siguiendo instrucciones de la Sra. Presidenta, según reza en la citación.
Allá fueron, luciendo casi todos, el uniforme de canillas al aire,
ávidos de buenas noticias, un tanto moscas ante la perspectiva presupuestaria preanunciada en la asamblea extraordinaria de Junio y con una concienzuda predisposición a emitir su parecer a la hora de los votos.
Como no se exige identificación a la entrada, cierto individuo curioso se colocó de rondón en el club social.
Estaba de paso, posiblemente irritado por algún propietario amigo, y decidió asistir sólo por ver de qué iba la cosa pensando que tal vez pudiese obtener algún provecho aumentando su cultura personal en asuntos comunitarios.
Con el recinto lleno a rebosar comenzó la sesión. Se inicio con sobresalto para sus oídos cuando el primer ponente voceó el ORDEN del día que, amplificado al máximo por el equipo electrónico, hizo retemblar hasta los cimientos del edificio, pareciéndole que se hacia competencia al melonero. En un principio pensó que se metió en una reunión de sordos, pero salio de la duda, cuando alguien se coloco ante el micrófono de opinar y protestar y apenas se lo pudo entender.
Pasado el susto, se colocó en la parte opuesta de los altavoces y se dispuso a prestar la mayor atención al desarrollo de los aconteceres
Un punto del ORDEN le causó extrañeza. Según los estatutos, no tendrían derecho a voto los propietarios con deudas de cualquier cuantía. Y según leyeron, en la lista figuraban nada menos que setenta y cuatro morosos, el cuarenta y tres porciento del vecindario. Presumiendo que muchos de estos estaban presentes, se preguntó que a que moño, (era muy bien hablado), iban a la junta, sin derecho a protesta defensiva y exponiéndose a que les sacaran los colores.
Tanto ó más, le sorprendió el hecho de existir ocho propietarios con el nombre de “desconocido” entre los deudores; y muchísimo más que otra deudora fuese la corporación municipal de sta. Maria de la Alameda, con 1092, 86 €. Todos con su número de inscripción parcelaria. En su fuero interno discurrió que este punto del ORDEN constituía un desorden administrativo por desidia ó incapacidad, al no requerir información de los organismos oficiales, incluido el Ayuntamiento.
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La lectura de los asuntos a tratar le hizo gracia por la coletilla “si procede” en todos ellos. Profano en formalidades asambleísticas, se dijo si no se podían haber ahorrado la palabreja, encabezando el tema con un simple añadido: “ORDEN del día, SI PROCEDE”.
Aquí y allá había detectado diatribas contra los rectores del gobierno colonial, principalmente contra la Sra. Presidenta… que si esto, que si aquello… Muchos parecían insatisfechos con la gestión directiva. Le lleno de confusión, el hecho de no figurar el caso en el ORDEN, enterándose mas tarde de que en la junta extraordinaria de Junio pasado, fue sometida a debate la propuesta de dimisión, siendo apabullante el resultado: cuarenta votos a favor de la continuidad por tan solo uno en contra. Haciendo cábalas, llegó a la conclusión de que la privación de votos, constituía un hándicap a favor de la Sra. Presidenta y aláteres afianzando su potestad de hacer y deshacer, a pesar de las protestas.
Por distracción o por propia decisión, alguien dejó abandonada en una silla el acta de la junta de Junio. Sin disimulo alguno, nuestro personaje, le echó mano y se dedicó a darle un repaso. Llego a la página 3/16, relativa a asistentes y en el primer renglón, leyó que Carmen Díaz fue representada por Carmen Olivé. Su curiosidad le obligó a comprobaciones, observando que la representante no figuraba como asistente. Ya no pasó de esta primera línea, diciéndose que para muestra gasta un botón y que este botón podía conducir a la impugnación, ó, como mínimo, a la duda.
Pasó al tema de las votaciones. En casi todas aparecían setenta y tantos votos a favor de la mesa y cero en contra, de un total de ciento cincuenta y siete asistentes, incluidos los ochenta y tres marginados. Una vez mas, rechazó en su fuero interno, la negación de voto a cualquier asistente por muy estatutaria que sea la decisión.
Continuando la lectura llegó al apartado de las cuentas; ocho páginas de tamaño foliar, dedicadas a balances, haberes, deberes y saldos. El pobre hombre no estaba a mucha altura en números, y, al acabar con el dossier, su entendimiento estaba en blanco. Quedó un tanto avergonzado, por ello al suponer que los señores propietarios debían comprender perfectamente el (para él) engorroso mejunje.
Pasó luego a los presupuestos analizando los desfases más sobresalientes entre gastos actuales y los propuestos para el próximo ejercicio. Con adorno de interrogación al final de cada apartado, leyó; administración, +5422 € (+170%). Casa social, +1290 € (+613 %). Papeleo, + 4939 € (+1470 %). El capitulo de guardería no le pareció desmesurado. Solamente un aumento de 2589 € (+ 12, 23 %), costándole a la comunidad nada mas que 27.420 € anuales, lo que supone en moneda antigua 380.192 Pts al mes.
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Atronado, despistado, mohíno y con su capacidad de dudas a rebosar, nuestro curioso infiltrado se escapó del local, mas que nada para recuperar el funcionamiento sensorial. Esto, le impidió enterarse del resultado de la votación correspondiente al tercer SI PROCEDE del ORDEN del día. Al salir se tropezó, en los aledaños de la puerta, con cierto número de corrillos en los que se comentaban y discutían cuestiones similares a las del interior, algo así como una mini asamblea adicional de la oposición. Ideas y pareceres, docenas de soluciones y conjuración de procedimientos encaminados a arreglar, de una vez para siempre, los problemas de la colonia, coincidiendo todos en una primera medida a tomar prioritariamente: dar el bote a la presidenta y sus colaboradores. Convencidos y satisfechos, se largaron hacia el bar social donde celebraron el éxito tomándose una copa. Visto lo dicho, intuyó que pertenecían al sector de invotantes cabreados, entre los que había deshacedores de entuertos (sólo teóricos), cuyas teorías, al fin y a la postre, no servirían para nada.
En resumidas cuentas (no como las presentadas por los doctos administradores de la comunidad), el ávido fisgón, dio fin a sus indagaciones cosechando tal cacao en su mollera, que juró no volver a repetir la experiencia y se preguntó si no había ocurrido otro tanto a otros señores propietarios asistentes, habida cuenta de los incesantes murmullos y cuchicheos que corearon durante la asamblea a los informadores.
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POSTDATA DEL CUENTO
Tiempo después y por pura casualidad, llegaron a mis oídos, los comentarios del curioso testigo, que tuvo la osadía de meterse en la camisa de once varas asamblearia.
Debo aclarar que yo no asistí a la asamblea y no acudí por estar en pre-desacuerdo con los métodos o, como ahora se dice, con la “cultura” que impera actualmente en las asambleas pimpolleras y por mi experiencia en juntas anteriores, reconozco, que tal vez no sea una postura correcta, pero tengo mis particulares motivos que apoyan mi decisión.
Decía que escuché la opinión del confundido testigo, deduciendo por sus palabras que la reunión fue un éxito en cuanto a asistencia, pero no en moderación, aceptación de resoluciones por mayoría, con y sin derecho a voto ni orden, tuvo que intervenir la guardia civil con media docena de números. Impepinablemente se impone la necesidad de poner coto, uno más en el Pimpollar, a los tallos del sistema, estudiando y decidiendo soluciones legales y asequibles. Pero, ¿Quién le pone cascabel al gato? Difícil es por que un buen numero de propietarios, yo inclusive, conocemos nuestras obligaciones pero poco nuestros derechos y como exigirlos. Pero no o es imposible si modificamos los estatutos.
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EPíLOGO
Soy un pagano desde los puntos de vista económico y creador. Más que cuarentón en estancia, pertenezco a la época del carburo, del suministro de agua desde el Cofio a base de cubos, de la cocina carbonera, de la calefacción vegetal, etc.… Tiempos en los que el Pimpollar constituía una comunidad de propietarios excelente en convivencia propiciatoria de amistades, y hasta bodas, pródiga en distracciones y optima en colaboración. Tiempos en los que un reducido grupo de vecinos, pusieron, unos con sus conocimientos, otros con su mejor voluntad, el mayor y desinteresado empeño en beneficio de todos, componiendo una junta de gobierno con las ideas claras y hechos positivos. Todo compendiado en actas sin engordes y perfectamente comprensibles para todos. Esto activaba el espíritu de colaboración de los administrados que concedían su beneplácito al intento de mejorar progresiva, metódica, pausada y asequiblemente todo lo concerniente a nuestra colonia.
Labor meritoria, la de aquellos pioneros y sucesores, que, restando tiempo a sus vacaciones, sin cobrar un céntimo pero ahorrándolo, sin optar a recibir medallas, convirtieron muchos sueños en realidad.
Llegamos a la edad contemporánea. Nos apabullan los adelantos y nos seducen las pretensiones. Aquello de comunidad nos suena a poco, a pobre. Y por acuerdo mayoritario se propone y aprueba un nuevo título: “ENTIDAD DE CONSERVACION URBANISTICA EL PIMPOLLAR”. Título mas pomposo y mas beneficioso, al decir de algunos, para todos, por la entrada en juego de la corporación municipal, y por no se que del IVA y la doble contabilidad.
Yo opino, a fuer de estar herrado, que entre comunidad de propietarios y entidad de conservación existe la misma diferencia que entre concreto y abstracto. La comunidad lo hizo, la entidad sólo conserva lo hecho. Y…. ¡¡mira por donde!! La conservación nos esta costando mas dinero, que las obras.
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Aún coincidiendo que hemos modernizado la colonia, desde aquellos tiempos a los actuales, administración, accesos, pavimentación, club social, plaza, etc. Y dotado a nuestras propiedades, cada uno de por sí, con toda clase de comodidades, considero, que en otros aspectos, hemos progresado al estilo del cangrejo cuando tiene prisa. Véase convivencia, disfrute ambiental, ruidos, economía y otros etcéteras.
Por mi parte, no vivo mejor ni más a gusto con la actual gobernación por doctos administrativos o jurídicos, un grupo rector en el que sólo faltan, por ahora, el médico y el cura de plantilla, con los correspondientes gastos y disposiciones profesionales.
Con todos los adelantos habidos y por haber, mi satisfacción personal resulta inversamente proporcional, con exceso, a los gastos que soporto y a los beneficios prácticos obtenidos.
Para mas INRI, yo, que vine al Pimpollar por mi afición al campo libre, con sus múltiples ofertas panorámicas, sanitarias y ejercitables, me siento frustrado y como enjaulado en la urbanización, entre alambradas, cotos y prohibiciones.
Todo lo demás…… me suena a CUENTO.
12 / Agosto / 2004.
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