Presiento que algo va a suceder, lo intuyo, lo veo. Las siluetas alargadas de los chopos y álamos y la dormida vegetación, me anuncia que estoy llegando a...
Aranjuez.
Me bajo del
tren, cómplice de mis pensamientos y tranquilas visiones. Una
estación pulcramente cuidada, acogedora, contrasta con las figuras, al fondo, de los pasajeros anónimos perdiéndose entre la
niebla. Romántica estación que evoca momentos dulces de otros tiempos gloriosos, de reyes y reinas, príncipes y princesas, damas, caballeros,
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