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Virreinato de la Nueva España

Acapulco, 1628.Artículo principal: Virreinato de Nueva España
Tras la caída de Tenochtitlan, el gobierno quedó a cargo de Hernán Cortés, autonombrado Capitán General de lo que pasó a llamarse la Nueva España.

Luego fue establecida la Real Audiencia de México, dependiente de la Corona Española, con el propósito de realizar una mejor administración. El virreinato fue establecido en 1535, y el primer virrey fue Antonio de Mendoza.

La base de la economía novohispana era la minería.

Sin duda, el virreinato del Perú fue muy superior en la producción de metales preciosos (oro y plata) en los primeros años del reino español en América. Sin embargo, el descubrimiento de nuevo yacimientos desde Sonora hasta el de sur de la provincia de Estados Unidos, permitió que gradualmente la Nueva España ocupara el lugar de privilegio. La minería permitió el desarrollo de otras actividades asociadas, especialmente los obrajes y la agricultura, que convirtieron a las regiones del Bajío o los valles de México y Puebla en prósperas regiones agrícolas y de actividad industrial incipiente.

El comercio del virreinato era realizado a través de dos puertos: Veracruz (Golfo de México) y Acapulco (Océano Pacífico). A éste último llegaba la Nao de China que transportaba productos de las Filipinas a Nueva España y de ahí se transportaban por tierra llegando a Puebla donde la influencia oriental es notoria en su artesanía y en sus tradiciones como la de la "china poblana" al Ayuntamiento de México y a Veracruz de donde se enviaba a España o a los puertos del Atlántico.

El comercio coadyuvó al florecimiento de estos puertos, de la Ciudad de México y las regiones intermedias. Hay que señalar que hasta finales del siglo XVIII, con la introducción de las reformas borbónicas, el comercio entre los virreinatos españoles no estaba permitido.

La sociedad novohispana profesaba en su mayor parte la Religión Católica , La Santa Inquisición tenía instalados sus oficios en el territorio. El territorio de la Nueva España era lo suficientemente grande para que en él existiera una gran cantidad de pueblos indígenas, una gran variedad de lenguas, sin excluir a los europeos, durante los trescientos años de la Nueva España se tuvieron distintas disposiciones legales que afectaron el comercio y la prosperidad de los novohispanos, pero en general su nivel de prosperidad era el más alto de América, en especial los residentes de los Ayuntamientos de México, Puebla de los Angeles, la Villa Rica de la Veracruz, Acapulco y Zacatecas, sin excluir que algunas regiones padecieron grandes penurias como los californios por la falta de prendas de vestir europeizadas, no obstante que poseían bastante ganado y granos para su manutención.

A pesar de que por regla general se propuso una política de integración, la realidad política que imponía el otorgamiento de los puestos importantes para la burocracia española, en especial a partir de la llegada de los borbones que propugnaron hacia el modelo francés de colonización, contra los cuales los criollos o hijos de españoles nacidos en México, empezaron a resentirse y aunado a la situación de pobreza en que se encontraba la mayor parte de la población mestiza e indígena se crearon divisiones tan graves como las castas en Yucatán. Durante el período virreinal se gestaron muchas de las tradiciones e instituciones que han evolucionado, de conformidad con el carácter al pueblo mexicano, a muchas de las características mexicanas de la actualidad.

Independencia

Miguel Hidalgo y Costilla, iniciador de la guerra de independenciaArtículo principal: Independencia de México

La ocupación francesa de España, a principios del siglo XIX, sirvió como pretexto a los afanes independentistas de los criollos novohispanos. Luego de la fallida experiencia de la Junta de México (1808), la conspiración de Querétaro sería finalmente la que desataría la revolución de Independencia de México.

En la conspiración participaban, entre otros el cura Miguel Hidalgo, que daría el llamado a la insurrección en el pueblo de Dolores (Guanajuato) el 16 de septiembre de 1810. Iniciando con tempranas victorias (Guanajuato, Valladolid y Cerro de las Cruces), el ejército insurgente se retiró hacia occidente, donde su suerte cambió radicalmente, hasta que fueron presos en Acatita de Baján (Coahuila).

En el año de 1811, los líderes insurgentes fueron fusilados y sus cabezas expuestas en Guanajuato.

Para este tiempo, la revolución se había hecho fuerte en el sur de la intendencia de México.

Destaca la campaña del cura y Generalísimo José María Morelos y Pavón, que recibió de Hidalgo la orden directa de encabezar la revolución en la Sierra Madre del Sur.

Tras romper el sitio de Cuautla, Morelos convocó al primer congreso americano en 1813, en Chilpancingo, que promulgó la Constitución de Apatzingán un año más tarde, sobre la base del documento escrito por Morelos, intitulado Sentimientos de la Nación.

La necesidad de proteger al Congreso, y las contradicciones entre éste y el Siervo de la Nación minaron la capacidad bélica del ejército insurgente. Derrotado en el valle que hoy lleva su nombre, Morelos fue conducido a la ciudad de México para ser enjuiciado. Muríó fusilado en San Cristóbal Ecatepec, en 1815.

Comenzó así una fase defensiva de las fuerzas independentistas. Los únicos frentes fuertes eran el veracruzano, al mando de Guadalupe Victoria, y el de Vicente Guerrero, en el sur de México. En el norte, la campaña relámpago de Pedro Moreno y Francisco Javier Mina (un español de ideas liberales), había concluido desastrosamente, a pesar de sus triunfos iniciales.

La revolución popular de independencia mexicana se hallaba muy lejos del triunfo.

El virrey Apodaca ofrecía el indulto a los insurgentes, lo que minó sus fuerzas. Aprovechando la situación, algunos militares criollos -que habían combatido a los insurgentes durante los años anteriores- tomaron la dirección del movimiento.

Agustín de Iturbide pudo negociar con Vicente Guerrero y promulgaron el Plan de Iguala en 1821. Poco tiempo después, llegó el nuevo --y último-- virrey de Nueva España, Juan O'Donojú, quien aceptó firmar el acta de independencia de México el 27 de septiembre de 1821.

Los primeros reconocimientos a la nación independiente provinieron de Chile, Gran Colombia y Perú. En 1825, los Estados Unidos reconocieron al gobierno de México, respetando los límites pactados en el Tratado de Adams-Onís.