¿Que ya sabés moza?
El era sólo un hombre parado en una esquina.
Era eso sólo.
Porque él, siempre estuvo dudando en la encrucijada.
Vivió siempre dudando. Signo de ilustrado imposible de seducir por la apariencia.
Pero sus bellas palabras combinadas, reflejaban sólo el amor al ser humano.
Nunca que yo sepa, guió el odio a su inteligencia.
Dibujó con su teclado aquello que no pudo hacer con el pincel.
Un mundo de ensoñación tan superior, que cuando leías, creías que su mano había sido guiada por un Dios charrúa o guaraní.
Era nadie. Nadie parado en una esquina.
Pero era tan grande su presencia y tan hondo el sentimiento que emanaban sus palabras, que con cuatro, ya había desmontado un mundo y fabricado otro. No inventado. Real, igual sus afanes.
Si mocita, él era Mario. Benedetti por más señas y además uruguayo. Era un poeta. Uno de tantos. De esos que nos hacen pasar tan buenos ratos.
Y hablando de esta gente. Por ahí está dando guerra nuestro paisano Pepe. Otro que baila. Con sus rimas y sus prosas tirando a agropecuarias. Retratando sus paisajes. Sus querencias y sus cosas. Agudo en estos días en que la informática, tiende a derribar la estilográfica. Pero él erre que erre, a pulso dibujando su temática y haciendo con las letras filigranas.
¿Ya sabés moza?
Estos días, en la ciudad de los condes que eran reyes, además de mucho fútbol hay mucha poesia.
Han acudido hasta aquí otra vez una buena bandada de juglares debido a que están en marcha unos juegos florales.
Todos compiten pretendiendo ser, Benedettis o Cervantes. Fénix que renacen con cada lance. Algunos hasta entran en trance, pues voraces, desmenuzan con denuedo cualquier brizna para obtener, que de ella brote un nuevo ser. Ser diferente que por eso, atraiga las miradas de los sabuesos que olisquean en ese magma tan espeso, para lograr beneficio a cambio de nada.
Ya sabés moza.
Salud
El era sólo un hombre parado en una esquina.
Era eso sólo.
Porque él, siempre estuvo dudando en la encrucijada.
Vivió siempre dudando. Signo de ilustrado imposible de seducir por la apariencia.
Pero sus bellas palabras combinadas, reflejaban sólo el amor al ser humano.
Nunca que yo sepa, guió el odio a su inteligencia.
Dibujó con su teclado aquello que no pudo hacer con el pincel.
Un mundo de ensoñación tan superior, que cuando leías, creías que su mano había sido guiada por un Dios charrúa o guaraní.
Era nadie. Nadie parado en una esquina.
Pero era tan grande su presencia y tan hondo el sentimiento que emanaban sus palabras, que con cuatro, ya había desmontado un mundo y fabricado otro. No inventado. Real, igual sus afanes.
Si mocita, él era Mario. Benedetti por más señas y además uruguayo. Era un poeta. Uno de tantos. De esos que nos hacen pasar tan buenos ratos.
Y hablando de esta gente. Por ahí está dando guerra nuestro paisano Pepe. Otro que baila. Con sus rimas y sus prosas tirando a agropecuarias. Retratando sus paisajes. Sus querencias y sus cosas. Agudo en estos días en que la informática, tiende a derribar la estilográfica. Pero él erre que erre, a pulso dibujando su temática y haciendo con las letras filigranas.
¿Ya sabés moza?
Estos días, en la ciudad de los condes que eran reyes, además de mucho fútbol hay mucha poesia.
Han acudido hasta aquí otra vez una buena bandada de juglares debido a que están en marcha unos juegos florales.
Todos compiten pretendiendo ser, Benedettis o Cervantes. Fénix que renacen con cada lance. Algunos hasta entran en trance, pues voraces, desmenuzan con denuedo cualquier brizna para obtener, que de ella brote un nuevo ser. Ser diferente que por eso, atraiga las miradas de los sabuesos que olisquean en ese magma tan espeso, para lograr beneficio a cambio de nada.
Ya sabés moza.
Salud
