BARCELONA: Hay quien dice de Jaén, que no es mi tierra andaluza,...

Hay quien dice de Jaén, que no es mi tierra andaluza, yo quisiera que esa gente me viniera a mi a decir a qué región pertenece........, porque por lo que se ve, la cosa va de refranes y de chistecitos cogidos con pinzas para la ocasión.

Te cuento un cuento moza recia, aunque no sé muy bien si afecta para algo a los actuales paisanos nuestros residentes en Lalmendral, pero yo creo que si, que algo si, porque pasan las lunas, años, siglos y milenios y las historias se repiten, en unos sitios más que en otros, naturalmente.

Cuando unos labriegos a sueldo del segundo marqués de Monsalud encontraron, mientras roturaban la tierra, el Disco de Teodosio, lo primero que pensaron fue hacerlo cachos iguales y quedarse cada uno con un pedazo, pero por lo que se ve, la cosa les salió rana y su mala idea se fue a tomar por donde los pepinos amargan pues, como secreto compartido es secreto perdido, la cosa llegó a los oídos del marqués, que era un señor ilustradísimo para su tiempo, amante de las artes, las ciencias, la historia y, supongo que de las señoritas y señoras (mozas para entendernos) de su tiempo y, como tenía la manía de juntar en su casa de Almendralejo todos los restos que el paso del tiempo y otras civilizaciones; habían ido dejando en su eterno caminar hacia ninguna parte por estas tierras en su constante refriega por dilucidar quienes eran los dueños del cucharón, pues, les dio unas perrinas y se quedó con la pieza. Magnífica por cierto. Hubo sus más y sus menos, porque él se la quería vender a unos ingleses, pero al fin fue a para donde ahora está, dentro de una urna de cristal, en un museo de los madriles. Menos mal.

Este señor, Teodosio, no se sabe bien si nació en Coca, (Segovia) o en Itálica (Sevilla), pero el caso es que llegó a ser el mandamás de lo que quedaba de Roma en Oriente y Occidente, pero además, se hizo cristiano y mandó derrumbar los templos que otros anteriores habían levantado para loar la gloria de sus dioses. Y hasta aquí te quiero leer....

Ya, que han pasado 2009 años después de Judas, el que dicen que murió por asfixia con un lazo apretándole el pescuezo, me gustaría hablarte del honorable señor Millet y muchos otros como él, pero no, primero, este poema que no sé quién ha escrito:

Mi vulva es una flor/es una concha/un higo/un terciopelo/está llena de aromas, sabores y rincones/es color de rosa/suave, íntima, carnosa. A mis doce años le brotó pelusa/una nube de algodón entre mis muslos/siente, vibra, sangra, se enoja, se moja, palpita/me habla. Guarda celosa entre sus pliegues/el centro exacto de mi cosmos/luna diminuta que se inflama/ola que conduce a otro universo. Cada veinticinco días se torna roja/estalla/grita/entonces la aprieto con mis manos/le digo palabras de amor en voz muy baja. Es mi segunda boca/mis cuatro labios/es traviesa/retoza/chorrea/me empapa. Le gustan las lenguas que se creen mariposas/los penes solidarios/la pulpa de ciruela femenina/o simplemente/las caricias venidas de mí misma. Es pantera/es gacela/conejo/se ofrece coqueta si la miman/se cierra violenta si la ofenden/es mi cómplice/es mi amiga/mi eterna sonrisa de mujer complacida.
Y ahora un chistecito:
Dicen que estaba Pietra ejerciendo su oficio de portero, cuando tubo una necesidad perentoria y, como no se podía dejar la puerta sin vigilancia, le dijo a un subalterno que hiciese sus veces. Este, que era neófito, preguntó que cómo se hacía y él, le dijo: mira, haz lo que hacía yo cuando empezaba en el oficio; en la mesa de recepción, a un lado, un buen fajo de billetes y en el otro, el libro de los libros; a los que vengan, le das a elegir; si cogen el libro, para adentro, si el fajo, para las calderas.
Todo iba perfectamente, hasta que llegó uno que al parecer era almendralense y, sin dudar, agarró el libro y empezó a leer. Cada vez que pasaba una hoja, metía un billetito, y así estaba acabando con el fajo dentro del libro. El neófito, no sabía qué hacer, por lo que llamó por el interfono al jefe de puerta y explicó el caso y este, sin dejarlo acabar le dijo: Déjalo pasar, es de los nuestros.
Salud.