ZAMORA: C. G. Sentados en semicírculo los longevos residentes...

C. G. Sentados en semicírculo los longevos residentes recibieron un diploma y una cajita de Asprosub de manos del delegado de la Junta, Alberto Castro, el gerente de servicios sociales, Eutimio Contra, y la directora de la residencia, Margarita González. Y a medida que recogían los galardones, arropados en un salón de actos repleto de residentes y familiares, iban dejando algunos retazos de su trayectoria vital.

María Antonia Fernández Refoyo recordaba sus tiempos jóvenes y las faenas del campo: «Segaba, trillaba, cosechaba. Y los quehaceres de la casa». Ya en la edad adulta se dedicó a la actividad industrial «tenía una fábrica de gaseosas, y las iba a vender por los pueblos». Esta residente, que lleva siete años en la residencia, casó dos veces y enviudó otras tantas. Elisa Barba es «bisiesta» y por tanto «cumplo cada cuatro años», constatación de que en realidad ha podido celebrar en su fecha exacta 36 cumpleaños. En la familia «nos quedamos sin padre» pronto y se dedicó a trabajar en la huerta. Tiene dos hijos.

Adoración Domínguez Pérez ha permanecido soltera y se ha ganado la vida tejiendo. Eusebia Ferrín Macías es también soltera, y del gremio, ya que trabajó como sastra durante cuarenta años confeccionando «trajes de caballero y señora». Tomás González fue agricultor, y vive en la residencia junto a su esposa, Romana. Ocupó durante diez años un puesto en el consejo del centro y está «muy conforme» con su vida en la institución.

África Diéguez trabajó en el campo con el marido y antes, de soltera, limpiando casas. Tiene tres hijos, un chico y dos chicas, y está deseando el traslado a Salamanca, su provincia natal. María Moro se dedicó a las tareas domésticas y ahora necesita la silla de ruedas para moverse en una residencia que conoce como la palma de su mano: «Llevo aquí desde que se abrió», dice, exagerando un poco la veteranía en la institución. Tomasa Bravo, con problema auditivos, no pudo verbalizar su gratitud, aunque se emocionó recogiendo el reconocimiento. Con la edad pasada recibieron el galardón, por haber ingresado este año en la residencia y por tanto no tenerlo cuando llegaron a la edad de 90 años, otros dos residentes. Pepita Compadre Seco, dedicada a la costura toda la vida, gremio en el que llegó a regentar un taller con diez trabajadores y Fabriciano Rubio, de 92 años dedicado toda su vida a la agricultura de alubias, patatas, remolacha y otros cultivos regados con el agua del Órbigo entre Coomonte de la Vega y Alija del Infantado.

Otros muchos residentes acaparaban méritos para hacerse acreedores de otros reconocimientos, aunque ayer no tocaba. Manuela Mateos, de 94 años es la más antigua de la residencia. Los de más edad, 98 años son Remedios Barrios, Guadalupe Portales y Octavio Vaquero.

Y Luis Crespo, «la calculadora humana» es el personaje con unas habilidades más llamativas, sobre todo porque es capaz de deducir, en unos segundos, en qué día de la semana cayó una fecha determinada del calendario. Averiguó, en directo ante el atónito auditorio, que un joven nacido el 11 de octubre del 1987, vino al mundo en domingo y otra persona que casó el 30 de noviembre de 1990 lo hizo en viernes. Además, es poeta: «Son 26 los ancianos que hoy nos muestran sus rostros, que superaron la gripe del 18», decía en uno de los versos de la poesía que leyó a los presentes, con referencias, también a la crisis, Zapatero, Rajoy y los «profetas de la época de las vacas flacas».