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QUIRUELAS DE VIDRIALES: ERA Y VINO ¿Y qué importancia puede tener un simple...

ERA Y VINO

¿Y qué importancia puede tener un simple hoyo en una caseta? (Una omisión, un sobrentendido? Puede que un anzuelo aposta como reclamo...¿Eh, Emilio?) Pues muchísima, casi tanta como la caseta en sí. Caseta para dar sombra, sestear... Y mojar. Allí se conservaba fresca el agua en la barrila o botijo, pero sobre todo el VINO fresco. ¡Ese vinín traidor, casi ná! ¡La madre del cordero! La palabra ha cambiado de significado en España y en nuestra tierra quizá más. Así que podría ser que digamos vino(o cigüeña) y en realidad no estemos hablando de lo mismo. Los más jóvenes, la generación del yogur, entienda otra cosa. (Especialmente si no han sido aleccionados previamente por sus abuelos). Me explico: Nuestros abuelos y padres no desayunaban leche sino sopas de ajo. Muchos ese pan de hogaza que con el paso de los días se iba endureciendo no lo tiraban ni daban a las gallinas, no, lo echaban en el vino y desayunaban PAN EN VINO. Así que literalmente el vino era la leche de los viejos; y Zamora es Tierra de Pan y de Vino. En ciertas zonas de Portugal esta sana costumbre perduró al menos hasta los años 80, es más, también se ofrecía a los niños por considerar que les daba fuerza y energía, algo así como el Cola Cao. En España, aún en los 70 -fui testigo en la ciudad- había quien por esto mismo les daba a los niños quina o vino quinado antes de ir a la escuela. Decían que era bueno para los resfriados, bajaba la fiebre, etc. Y algunos iban "colocados". Varias marcas, vino Sansón, o el Sª Catalina -el del famoso anuncio de la televisión de entonces, "queremos quina SªCatalina, ..." que pedían cantando los niños a las monjas- Así mismo en la ciudad estaba muy arraigado el hábito de ir de vinos antes de comer, con o sin tapa, aunque fuera peleón y hasta purriela. Continúa según dónde, pero menos extendido, y más bien se va de Riojas, de Riberas..., se bebe más calidadad pero mucho menos. Una anécdota frecuente que a mí me pasó varias veces a comienzos de los 80: el chaval que llega a un bar (mejor tipo taberna, tasca o bodeguilla) y se le acerca el camarero ya maduro, -Qué va a ser... -¿Me pone una caña, por favor? El camarero se quedaba inmóvil un momento, mirándote y poniendo cara de circunstancias hasta que muy serio proseguía así: -¿De vino o de cerveza? Y es que aún muchos iban de "cañas", pero de vino. La caña era la medida, un vaso más grande, como un "chato" doble.(Curioso que chatear haya cambiado también de significado) Sucedió que paulatinamente la cerveza fue ganando terreno al vino, con la retirada de los más veteranos, hasta casi reemplazarlo y caña pasó a ser sólo de cerveza. Poco antes de la Guerra Civil, en las ciudades con la carestía, podía decirle un obrerete a un señor si lo veía salir de la cantina con la garrafa: -Así ya se puede.., Don Torcuato..., ¿eh? Usted vino, y los demás nos tenemos que conformar con agua. En la posguerra esta frase sería, más que una osadía, una temeridad; pero estaban las cartillas de racionamiento y cada español tenía asignada su ración, al menos en teoría. Puede que para explicar este idilio de los españoles con el vino, a la par que cierto rechazo al agua, haya que remontarse a los tiempos de las largas travesías allende los mares en las carabelas y galeones -que nadie se me vaya por los cerros de úbeda ni se me despeñe por la cuesta de Filloval hasta El Galeón, que estoy algo sobrio todavía y en casa, no en la bodega con el portátil, a mi pesar-. El agua pronto se corrompía y el vino no, pero se amotinaba la tripulación. Había que ser un maestro para saberlo dosificar entre la marinería y tropa.
Así, muchos de nuestros antepasados mantendrían durante toda su vida una relación de amor-odio con el maldito clarete. Los abuelos de Quiruelas preferirían que le arrancasen las muelas a que el médico les quitase el vino. Mucho más difícil y más duro que dejar el tabaco, por mamarlo ya de niños desde la cuna. Tan unido a fiestas, bodas, a toda celebración o reunión de amigos que se preciase. A la bodega. Las uvas se pisaban en el lagar y lo que allí ocurría después con el mosto era para ellos algo mágico. Más que fermentación (los químicos, ay, de la cooperativa beneventana, que seguían sacando vino aunque ese año no hubiese habido uvas. El mildiu lo arreglaban con agua, alcohol y colorante) debería decirse transubstanciación. Pasaba a ser "licor celestial" para casi todos, al que otros llaman vino porque nos vino del cielo. Al abstemio lo llamaban "enaguao", con claro matiz despectivo y podía ser objeto de burlas: "El agua para´los bueyes, p´a que se le ablanden los cuernos" Obsérvese que no decían vacas ni toros sino bueyes, como si fuesen afeminados o cornúpetas. Como se te ocurriese decir en la bodega que ibas al bar a tomar una cerveza ibas apañao: "Oye, que la hacen de la cebada...¡Y la cebada la comen los asnos..!" Algunos muy rara vez bebían agua, o no la probaban y lo tenían a gala, gran calor y sed tenían que tener. A veces para no emborracharse, en verano aguaban el vino. Otros lo bautizaban ya en la cuba, pero las más de las veces acababan bebiendo el doble. En fin, el vino siempre a ocasionado riñas, tumultos y reyertas. Vaya ahora lo que sucedió en una ocasión a uno de nuestros abuelos, prefiero ocultar su nombre: Un paisano se agarró una buena merluza en la era. Echó la siesta y se recuperó un poco. Era la fiesta en Morales, había comedia y baile, y p´allá que se fue. Armó gran escándalo y alboroto, vino la guardia civil de Manganeses y cuando lo llevaban prendido (o mejor sostenido codo con codo que casi no se tenía en pie) aún acertó a decir a la benemérita pareja: Yo no me meto con nadie, déjenme ustedes en paz. La culpa la tiene el vino. ¡A él deben castigar! Así me lo contaron varias veces en la bodega.