CIEN CARROS DE CONEJOS
Hubo hace muchos años un personaje del pueblo que al parecer era tan religioso que nunca soltaba tacos, vamos la excepción entre los paisanos de la boina, pero una vez le sucedió algo que lo sacó de sus casillas hasta el punto de que empezó primero un largo rato a mascullar entre dientes sin entendérsele ni jota, para acabar rompiendo así, muy alto cuando ya no pudo contenerse: “ ¡Me cago en cien carros de conejoooos! ¡Y en cada conejo en cien saantooooos! ¡Y si alguno queda...
VINO DEL CIELO

Hasta que el vino se acaba… ¿Sí señor o sí Señor? Néctar divino es, ¡alto licor celestial! Por eso también lo llamamos vino, porque nos vino del cielo. Alabémoslo, Señor. Aunque al bueno, como decía el viejo sabio, "él solo se alaba, no es necesario alabarlo. Sólo una falta le hallo: que con la prisa se acaba." Era la leche de los viejos, el suave licor que alarga la vida. Sangre de Cristo en Misa, sí, Señor. Ahora los jóvenes primerizos o aquellos que esporádicamente lo cataron,...
LOS CUEROS DE VINO

Lo que cuentas al final, Emilio, me ha traído de repente una vieja historia de un zamorano. Me la relato con detalle, muchos pelos y señales e incluso los nombres con sus apodos. Ha pasado mucho tiempo, algo de ella habré olvidado sin duda, mas espero no necesitar de la inspiración sólo hacer algo de memoria.
Recién llegado yo a la ciudad, a comienzos de los setenta, conocí al Sr. José, sanabrés cincuentón, fuerte de complexión y dicharachero. De mozo fue zagal, me confesó...
¡Esto se va animando!, Emilio. Suele decirse que nunca segundas partes fueron buenas, el anterior relato serviría de contraejemplo. No sé dónde, pero hay algún matiz que lo hace diferente al que yo recordaba de la primera versión. Ahora no hablas de oídas, estoy convencido de que lo has visto con tus ojos o incluso has llegado a participar en ese pequeño milagro de la conversión de la uva en vino. Digo yo que todavía quedarán bastantes que sigan haciendo su propio vinín en el cubeto, aunque sea al...
LA TRANSFORMACIÓN DEL MOSTO

Después de acabar la vendimia, a pisar las uvas con los pies, a prensarlas en el lagar debajo del piso colocando encima el compromiso para que la viga exprima hasta la última gota de mosto que lentamente va cayendo el pilo. Cuando se carga la viga y el pilón queda suspendido en el aire, son peculiares los crujidos que se oyen hasta que la viga cede y llega de nuevo el pilón al suelo. Qué mareo dar vueltas al pilón como si fuera una noria. A la mañana siguiente, otra...