PRADO: PRADO, UN MUNDO POR DESCUBRIR – V...

PRADO, UN MUNDO POR DESCUBRIR – V

COBRAR LA RONDA

Hasta hace al menos cuarenta años los jóvenes de Prado cobrábamos "La Ronda", lo que en otros lugares denominaban “El Piso”, “La Media”,... Consistía en pedir una cierta cantidad, en dinero o en especie, a aquel forastero que rondaba, porque se enamoraba, a una joven del pueblo, para poder celebrar una juerga, merienda o cena, normalmente en la bodega. Lo habitual era que pagasen La Ronda, a no ser que no fuese con la intención de casarse o que se resistiese, y entonces las consecuencias no eran nada agradables.
El origen de esta tradición hunde sus raíces en la Edad Media. Durante los siglos VIII, IX y parte del X estas tierras quedaron despobladas por la invasión musulmana. Desde el siglo X al XIII se produce su reconquista y repoblación. Para solucionar el problema demográfico de la repoblación se hacía todo lo posible para fijar jóvenes en ellas y especialmente mujeres. Se necesitaba procrear en estas zonas casi vacías donde la esperanza de vida era muy corta, la mortalidad perinatal e infantil eran abrumadoras, a lo que se añadía la ausencia total de higiene, la mala alimentación, la escasez de alimentos por sequías o plagas, cuando no epidemias, accidentes,… No se podían permitir el lujo de dejar que una moza se fuese del pueblo.
Sobre este asunto, el historiador del románico, Ángel Del Olmo, señala lo siguiente: “La etnografía castellana ha conservado esta reminiscencia medieval hasta hace pocos lustros, cuando un forastero se casaba con una mujer del pueblo. Los jóvenes del pueblo simbólicamente se oponían a estos matrimonios, que privaban al pueblo de una mujer, con peleas y apedreamientos rituales, baños en fuentes y pilones públicos, obligatoriedad de invitar a los mozos a una merienda o consumiciones en la cantina del pueblo”. “ (…) la necesidad de mujeres para repoblar hacía de ellas un bien imprescindible”. Así de claro se expresa en su obra Iconografía sexual en el Románico.

DIVERSIONES CARNAVALESCAS

Entendiendo el periodo carnavalesco en un sentido muy amplio podemos afirmar que comienza ya en torno a san Antón (“Por san Antón, carnestolendas son”, reza una expresión popular). En nuestro pueblo, como en tantos otros, se tenía la costumbre de decir "Los Refranes" a san Antón. En tono burlesco y sátiro, como es el espíritu carnavalesco de manifestaciones permisivas, de libertades todo el año reprimidas, y de inversión de valores, se permitían el lujo de realizar composiciones poéticas, que recitaban públicamente a lomos de un jumento, con temas varios pero siempre alusivos a hechos escandalosos o escabrosos acaecidos en el pueblo a lo largo del año. Incluso se permitían el lujo de criticar las actuaciones más comprometidas de autoridades y jerarquías.

Uno de los juegos propio de la época del carnaval es el de las "Carreras de cintas". Realizadas por los quintos, son “herederas de los “juegos de sortija” de los tiempos medievales y modernos, ejercicios lujosos y llenos de connotaciones galantes y guerreras en las que los nobles y caballeros hacían valer su destreza con lanzas y cañas”; tal como lo podemos leer en Fiestas y ritos tradicionales de Antonio Sánchez del Barrio. Debido al carácter de inversión de papeles sociales que se vive en las fiestas del periodo carnavalesco, los quintos en las Carreras de cintas se juegan, a modo de caballeros medievales en justas y torneos, el favor de las mozas. “Aquella exhibición de alarde, de destreza y de lujo tenía como principal objetivo despertar el aplauso y la admiración de las damas”, según relata José Manuel Feito al describir El juego de la sortija.

Una diversión más, propia de esta época laxa carnavalesca, era la de "Tirar tiestos". El antropólogo Julio Caro Baroja, en su obra El Carnaval, recoge testimonios literarios que hacen referencia al juego de lanzamiento de objetos o sustancias, en su versión de “pedreas galantes”, y también de lanzamientos, en “pedreas” de carácter más popular, de sustancias con marcado acento fertilizante como lo son las sustancias polvorientas: harinas, salvados y cernadas. Puesto que la licencia precuaresmal lo consentía casi todo, se arrojaban en nuestro caso todo tipo de sustancias de lo más desagradable posible en los portales que permanecían sin trancar (entonces eran la mayoría).

Todas las diversiones carnavalescas se endulzaban con los ricos y a la vez humildes, por sus ingredientes, dulces de sartén: farolillos, flores y orejas u orejuelas, regados en abundancia con azúcar o miel.

LA PATRONA

El 18 de julio celebramos el día de nuestra patrona Santa Marina de Aguas Santas. Pero, ¿existió esta santa? Ni el Martirologio Romano (el martirologio es la lista oficial de santos que tiene la Iglesia) de 2007 (publicado por la Conferencia Episcopal Española y reformado por mandato del Concilio Vaticano II, promulgado por san Juan Pablo II y publicado para España con la autorización del papa Benedicto XVI), ni el calendario litúrgico de la Conferencia Episcopal Española de 2018/2019, ni el calendario litúrgico de la Compañía de Jesús en España de 2012, la recogen en el santoral, ni el 18 de julio ni en cualquier otro día del año.
Esas mismas instituciones eclesiásticas sí que recogen en cambio la celebración de la memoria de santa Marina o santa Margarita el 20 de julio, de procedencia oriental y por eso es conocida como santa Marina de Antioquía.
Lo cierto es que el relato de sus vidas, la de aquí y la de allá, siempre mezclado con leyendas, es muy similar (huérfana, criada y educada en la fe cristiana por una nodriza o aya, pastora, ya de niña martirizada,…) y en ambos casos mencionan al gobernador o prefecto romano Olybrius (Olibrio) situándolo en un caso en Galicia y en otro en Antioquia (la antigua Asia Menor y hoy Turquía), y es evidente que no pudo estar en dos sitios tan distintos, tan distantes y en épocas muy diferentes a la vez.
¿Cuál es la razón por la que la celebración de la memoria de santa Marina de Aguas Santas ya no está registrada en el santoral? Si la Iglesia alega que es porque su memoria ha perdido relevancia universal, que nos explique si no la han perdido otros santos que sí figuran o la de aquellos que no la han tenido nunca. Tal vez sea porque es muy difícil mantenerla en el santoral sin pruebas concluyentes de su existencia.