Un canto a las labores de antaño
Lleno total en el Latorre para escuchar el pregón de Antonio Roldán, en el que recordó los tiempos en que el vino se hacía en las bodegas subterráneas e hizo un recorrido por la historia de la D. O.
M. BARRIO El público aplaudió ayer con entusiasmo el pregón con el que Antonio Roldán, viticultor y ex presidente del Consejo Regulador de la D. O. Vino de Toro, rindió honores a la vendimia y dio comienzo oficial a las fiestas en un acto que tuvo lugar en el teatro Latorre y al que asistieron las autoridades provinciales y locales. El discurso de Roldán fue, sobre todo, un canto a la vendimia tradicional, un reconocimiento a la labor de los antiguos viticultores toresanos, aunque también hubo lugar para la historia de la D. O. vista desde la perspectiva de uno de los hombres que participó en su creación.
«Caliente, haga frío o lluvia, hasta el Pilar no es la fuga», dijo con claridad en referencia al inicio de la recolección, añadiendo que «hay ahora mucho postín y mucho ringorrango en esto del calendario de vendimias; pero aquí siempre se ha impuesto el sentido común». De la misma manera y pese a que «ahora nos dicen que hay que empezar por lo viejo», recordó que «nuestros padres tenían claro cuáles eran las zonas en las que le viñedo tenía una mayor calidad y la uva era excepcional. No se les ocurría mezclar en la misma cuba términos emblemáticos de Toro como La Jara, Lebratinos o Bardales con otras zonas». Tras montar en los carros y al llegar a la viña, «lo primero que se hacía era poner lumbre y calentar el fricandor; se almorzaba aunque no se tuviera hambre pues sabías que hasta el carro no se llenará no pondríamos rumbo de regreso a casa, dónde se comía». Si aparecía la lluvia, añadió, «ya se sabía que había que ponerse a la obrigada del medero y si seguía la zamorana agarrada, se oía la voz potente de tu padre: "esto no pasa"; eso quería decir que la cuadrilla se ponía a cortar uvas hasta que los cestos del carro estuvieran llenos». Pisadas más tarde las uvas y metidas en la cuba,. y tras el paso de unos días, comenzaba la fermentación y se veía « salir humo por las puertas y zarzeras», llegando así «el momento peligroso, matar el vaho». Eso sí, a la bodega se bajaba con un candil y «si se apagaba quería decir que bajar mas abajo se corría riesgo de asfixia». A partir de «la Purísima» comenzaba el «movimiento de compradores» y «lo típico y lo normal en estas épocas era probar el caldo en las bodegas o en aquellos portales de canto y cemento que mucho tenían en común con la mejor tradición en Toro». Por entonces, explicó, «los catadores no tenían las escupideras como hoy y lo normal era arrogarlo en el piso de las bodegas o en los portales». Se empezaba después a sacar el vino y lo primero era «preparar la barda para la canilla, la media cantara y la tiza» para « hacer rayas en el aro de la cuba» de acuerdo al número de pellejos vertidos.
A partir de aquí hizo un repaso por la moderna historia de la zona vitivinícola, recordando que en la década de los 60 «va desapareciendo la elaboración en las bodegas caseras y empieza la venta de la uva para industriales y para el mercado gallego». A mediados de los 70, siguió, aparecen las primeras bodegas industriales, primero la cooperativa de Morales y posteriormente la de Toro. De dos se pasó a seis y luego empezaron «los primeros contactos y movimientos» para crear la D. O. El Ayuntamiento cede un local para la sede y «después de muchas noches de trabajo de los técnicos de la administración y de las bodegas, el 24 de septiembre de 1985 queda aprobada la denominación específica».
Lleno total en el Latorre para escuchar el pregón de Antonio Roldán, en el que recordó los tiempos en que el vino se hacía en las bodegas subterráneas e hizo un recorrido por la historia de la D. O.
M. BARRIO El público aplaudió ayer con entusiasmo el pregón con el que Antonio Roldán, viticultor y ex presidente del Consejo Regulador de la D. O. Vino de Toro, rindió honores a la vendimia y dio comienzo oficial a las fiestas en un acto que tuvo lugar en el teatro Latorre y al que asistieron las autoridades provinciales y locales. El discurso de Roldán fue, sobre todo, un canto a la vendimia tradicional, un reconocimiento a la labor de los antiguos viticultores toresanos, aunque también hubo lugar para la historia de la D. O. vista desde la perspectiva de uno de los hombres que participó en su creación.
«Caliente, haga frío o lluvia, hasta el Pilar no es la fuga», dijo con claridad en referencia al inicio de la recolección, añadiendo que «hay ahora mucho postín y mucho ringorrango en esto del calendario de vendimias; pero aquí siempre se ha impuesto el sentido común». De la misma manera y pese a que «ahora nos dicen que hay que empezar por lo viejo», recordó que «nuestros padres tenían claro cuáles eran las zonas en las que le viñedo tenía una mayor calidad y la uva era excepcional. No se les ocurría mezclar en la misma cuba términos emblemáticos de Toro como La Jara, Lebratinos o Bardales con otras zonas». Tras montar en los carros y al llegar a la viña, «lo primero que se hacía era poner lumbre y calentar el fricandor; se almorzaba aunque no se tuviera hambre pues sabías que hasta el carro no se llenará no pondríamos rumbo de regreso a casa, dónde se comía». Si aparecía la lluvia, añadió, «ya se sabía que había que ponerse a la obrigada del medero y si seguía la zamorana agarrada, se oía la voz potente de tu padre: "esto no pasa"; eso quería decir que la cuadrilla se ponía a cortar uvas hasta que los cestos del carro estuvieran llenos». Pisadas más tarde las uvas y metidas en la cuba,. y tras el paso de unos días, comenzaba la fermentación y se veía « salir humo por las puertas y zarzeras», llegando así «el momento peligroso, matar el vaho». Eso sí, a la bodega se bajaba con un candil y «si se apagaba quería decir que bajar mas abajo se corría riesgo de asfixia». A partir de «la Purísima» comenzaba el «movimiento de compradores» y «lo típico y lo normal en estas épocas era probar el caldo en las bodegas o en aquellos portales de canto y cemento que mucho tenían en común con la mejor tradición en Toro». Por entonces, explicó, «los catadores no tenían las escupideras como hoy y lo normal era arrogarlo en el piso de las bodegas o en los portales». Se empezaba después a sacar el vino y lo primero era «preparar la barda para la canilla, la media cantara y la tiza» para « hacer rayas en el aro de la cuba» de acuerdo al número de pellejos vertidos.
A partir de aquí hizo un repaso por la moderna historia de la zona vitivinícola, recordando que en la década de los 60 «va desapareciendo la elaboración en las bodegas caseras y empieza la venta de la uva para industriales y para el mercado gallego». A mediados de los 70, siguió, aparecen las primeras bodegas industriales, primero la cooperativa de Morales y posteriormente la de Toro. De dos se pasó a seis y luego empezaron «los primeros contactos y movimientos» para crear la D. O. El Ayuntamiento cede un local para la sede y «después de muchas noches de trabajo de los técnicos de la administración y de las bodegas, el 24 de septiembre de 1985 queda aprobada la denominación específica».
Msol, el fricandor y los torresnillos, que no podían faltar.
En Malva no sé si se llevaba fricandor, pero torresnillos y chorizo a esgalla. Que cosa más rica comer un torresnillo con un cantero de pan y un gajo de uvas recién cogidas de la parra. En la mano izquierda el pan, encima el torresnillo, y colgando del dedo meñique el gajo de uvas. Con la navaja ir haciendo lonchas finitas de tocino y poniéndolas sobre el pan. Tajo al pan con el tocino y pa dentro, luego coger un par de uvas y pa dentro también.
¡Aaaah, es que no había leído este mensaje! Eso si que era la gloria.