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MALVA: Tachuela 40...

Tachuela 40

Una vez llegado el gallego a su piedra le habló al andaluz, éste al oírlo, desde el otro túnel, le mandó que aporreara su piedra, al hacerlo, el andaluz se dio cuenta en el acto, que la piedra del gallego y su piedra, eran de la misma piedra, eran la misma piedra.
Como diríamos anteriormente la piedra en sí, era cilíndrica, con el doble de diámetro que de altura del cilindro, pero de canto, encajado en el túnel, como si nos encontráramos una rueda muy gruesa de canto, por el lado del túnel del palomar circular, y el disco de la misma rueda taponando el agujero del túnel del lado del palomar rectangular. Rueda de forma, en la realidad era una mole de piedra granítica.
El andaluz vio que la piedra por su lado estaba calzada por tres robustos troncos de madera clavados en el suelo, que no respondían a los golpes que le daba con la maza, estaba a punto de amanecer, tenían que recogerse rápidamente, si no querían verse sorprendidos a esas horas intempestivas por algún pastor o labriego madrugador, tiempo habría de analizar la situación.

DESDE EL OTRO LADO

Mas chascarrillos, del foro y no foro, esto que sigue, se dijo en el foro, pero no recuerdo quién lo dijo, sería.....

“Cuando las calles de Malva estaban llenicas de barro y sólo se podía andar, una miaja menos mal, por las aceras, a la vera de las paredes, un señor de Malva cargaba con la maleta de su hija, que tenía que coger el Auto Res en Toro, para irse a Madrid. Iban a coger el coche, encerrado en el garaje, en la misma calle, pero bastante más abajo.
Al llegar a la altura de la casa de un vecino cojo, que salía de casa en ese momento, el padre y su hija tienen que aminorar su paso, porque el cojo se les ha puesto delante y no les deja pasar de manera ninguna, a pesar de caminar mucho más despacio que ellos, por no llevar prisa ninguna y por la incipiente cojera.
Ni cortos ni perezosos, el padre y la hija adelantan al cojo metiéndose por el barro y agarrando unas galochas de no te menees. El caso era llegar a tiempo al Auto Res.
Sin embargo, un poco más adelante, otra vecina se asoma a la puerta y, al llegar a su altura, el padre y la hija se detienen a darle los buenos días, como mandan las más elementales normas de educación cívico social.
Cuando el cojo, llegó al portal de la mencionada vecina, no anduvo ni preguntando siquiera. Se metió por el barro intentando sortear a las otras tres personas, pero nada más verlo metido en el barro hasta las rodillas, el padre de la muchacha, agarra la maleta y comienza a caminar en paralelo con el cojo, impidiendo que este se incorpore a la acera y así poder salir del barro. Toda la calle abajo tuvo que ir, el cojo, metido por el barrizal y, lo que es más gordo, sin poder decir ni pío por lo bien educado que había sido él unos metros más atrás.
El pasado relato está basado en hechos reales y está sujeto a las normas vigentes sobre el buen uso y disfrute, tanto de las aceras como del barro de las calles. Cualquier parecido con la realidad o con personas del pueblo, es como darle en to la cosca, y si no, ahí está mi primo Ramonito (Dios le tenga en su gloria)...